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Reportaje:

Lágrimas encendidas

Un pebetero recuerda a los centenares de mujeres muertas a manos de su pareja

La llama se enciende, las lágrimas asoman. Un minuto de silencio tachonado con el tic tac de cada segundo. Y un aplauso largo, muy largo. El pebetero recuerda ya a los centenares de mujeres asesinadas por quien dijo amarlas.

Cristina Pinto, encargada de prender un fuego que brilla también por su hermana gemela -Sandra, estrangulada en agosto por su novio en Torrelavega-, solloza. Isabel Llinàs, directora del Instituto Balear de la Mujer y sobreviviente a 15 puñaladas de su marido, se quiebra. En un patio repleto de personas comprometidas contra la violencia machista, una decena de familiares de las mujeres muertas este año -entre ellos el hijo de la dominicana Jennifer Lara, asesinada junto a otros dos hijos por su marido en Alzira- miran fijamente la llama. Estará siempre encendida, por las mujeres queridas que a ellos les faltan.

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"Venía impecable. Creía que era fuerte y sigo siendo débil", afirma minutos después Llinás ante el público que colma el salón de actos contiguo. Habla tras recoger la placa en reconocimiento a su tarea que le entrega el ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Jesús Caldera. "Sigo emocionándome cada vez que viene una mujer al instituto en busca de ayuda", detalla. Ve a muchas con historias distintas que en realidad son la misma: la agresión. "A las mujeres que hemos sufrido maltrato nos cuesta muchísimo decir en voz alta que somos mujeres maltratadas", afirma esta empresaria poseedora de varios masters. "Cuando se toma la decisión de cortar, hay mujeres que mueren, otras que casi mueren, como yo, y muchas que vuelven atrás", recuerda. "Aunque me duela todos los días cuando vuelvo a mi casa con todas las historias, yo vivo para trabajar y para que muchas mujeres salgan adelante", concluye Llinás.

Un ánimo similar empuja a Raquel Orantes, hija de Ana Orantes -quemada viva por su marido tras denunciar el maltrato en televisión en 1997, su muerte disparó la alarma ante el problema-. "Nada hay peor que perder a una madre, es muy duro afrontar el día a día. He intentado que ese sufrimiento sirva para conmover", afirma esta granadina que ha invertido el orden de sus apellidos. "Los hijos también somos víctimas y sufrimos el maltrato", concluye tras recibir su placa, que dedica a todas las mujeres muertas.

Otras dos están sobre la mesa. Una para Carlota Bustelo, primera directora del Instituto de la Mujer. Otra para la Red de Organizaciones Feministas contra la Violencia de Género, que recoge su portavoz, Ángeles Álvarez. "Cuando una mujer es agredida, todas estamos amenazadas", sentencia.

La actriz Charo López lee el manifiesto. "Nuestra sociedad ha conseguido que la violencia de los hombres contra las mujeres sea hoy injustificable, pero es necesario ir más allá: es necesario que se vuelva impensable, que no tenga nunca más sitio ni en nuestras mentes, ni en nuestros cuerpos, ni en nuestras vidas", afirma.

Ocurrió ayer, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, en el Instituto de la Mujer, donde la bandera ondeaba a media hasta. Allí arde una llama de recuerdo y homenaje, lágrimas encendidas.

El ministro Jesús Caldera, la secretaria de Igualdad, Soledad Murillo (a la izquierda), y la hermana de una víctima, en el homenaje a las fallecidas.
El ministro Jesús Caldera, la secretaria de Igualdad, Soledad Murillo (a la izquierda), y la hermana de una víctima, en el homenaje a las fallecidas.RICARDO GUTIÉRREZ

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