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Columna
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Dura realidad

Tenía que llegar. Y ya ha llegado. Mientras Camps y su equipo tratan de distraer la atención del personal con la vieja cantinela de si valenciano o catalán, lanzando encendidas proclamas en defensa de la lengua valenciana, una de las principales "señas de identidad" de este pueblo -¡cualquiera lo diría!-, la dura realidad se impone y no cabe ocultarla. Las arcas de la Generalitat están vacías y la deuda es impresionante. Es la herencia que dejó el cartagenero moreno que abandonó la Generalitat para marcharse a Madrid en busca de mejor fortuna política. Porque la económica -a juzgar por los "signos externos", como decía Hacienda- parece ser que la ha conseguido. El Gobierno valenciano que preside Camps tendrá que medir, con tiento, sus inversiones para ir reduciendo el multimillonario déficit entre el 2005 y el 2008, por orden de la superioridad. Y como dinero no hay, tendrá que recurrir al bolsillo de los ciudadanos, recortar gastos, subvenciones a empresas públicas, así como inversiones. Ha llegado el momento de ir pagando los caprichos megalómanos de Zaplana que han contribuido a generar gran parte del déficit: las deudas de la Radio Televisión Valenciana, los pagos multimillonarios a los Julios Iglesias, las deudas generadas por las "tierras míticas" y las ciudades de esto y lo otro, algunas no menos míticas, los sobrecostes presupuestarios de tantas obras públicas, los superfluos gastos en publicidad, etc. Consecuencia: hay que aumentar la presión fiscal y reducir gastos e inversiones. De momento ya se ha anunciado un impuesto sobre los carburantes. Los profesionales del transporte han puesto el grito en el cielo y, por su parte, agricultores y ganaderos, alarmados, preguntan si la subida afectará al gasóleo agrícola. Lo que tenía que llegar, ha llegado. La Generalitat, si fuese una empresa mercantil, hace tiempo que se habría declarado en quiebra. Ésa es la dura realidad. Resultaba patético ver ayer a Camps proclamar una y otra vez en las Cortes, respondiendo con cara risueña a las críticas de la oposición, que la Comunidad Valenciana "va de maravilla". Pues nada, maravillémonos todos de tanta maravilla. ¿También los empresarios? Me temo que no.

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