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Reportaje:

Izquierdistas catalanes en el México de Fox

Maragall y Huguet ejercitan pragmatismo e ideología en un país gobernado por la derecha

Francesc Valls

De haber nacido en otra época, el presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, y su consejero de Comercio, Josep Huguet, se hubieran sentido como pez en el agua en el México de Lázaro Cárdenas, que tan cálida acogida dio a los republicanos españoles. Pero el México de hoy, gobernado por Vicente Fox, del Partido de Acción Nacional (PAN), es muy distinto a aquel. La izquierda catalana tampoco es la misma. Ahora lleva sobre sus espaldas ese peso de la púrpura, que con tanta frecuencia acaba por hacer naufragar sus señas de identidad en el océano del poder.

Así que ambos políticos se han ejercitado entre la nostalgia y el presente, entre ideología y poder. Con estas premisas, los vivas a la República suscritos por Huguet en el libro de firmas del Orfeó Català, el pasado martes, dieron paso el miércoles a una solemne comparecencia del consejero catalán en la inauguración de una franquicia de los establecimientos de tapas Lizarrán en México Distrito Federal. Flanqueado por la senyera y la bandera mexicana, que emparedaban a una tercera roja y gualda, Huguet glosaba esa España plural que compone el capital de las tabernas vascas: valenciano, catalán y asturiano. El guiño continuó con una referencia a ese maridaje tapero entre el pa amb tomàquet y la chistorra y con un matiz mediterráneo y anticolesterol: "El objetivo es cambiar la influencia de ese imperio del fast food que hay en el norte por el fast good".

El consejero de Comercio como hombre de gobierno informó posteriormente a la prensa del convenio de colaboración empresarial, actualmente en grado de preacuerdo, entre el Estado mexicano de Nuevo León y la Generalitat, lo que permitiría un "aterrizaje masivo" de empresas catalanas en ese territorio que cuenta con problemas similares a los de Cataluña en un terreno como el déficit fiscal.

Huguet, con su buen aspecto y su manejo político de las situaciones, ha puesto de relieve en este viaje que constituye su bautismo de fuego internacional, que también para los republicanos independentistas y de izquierdas está vigente ese gran dogma democristiano -descubierto desde hace tiempo por los socialistas- del gran pontífice Giulio Andreotti: "El poder no desgasta, lo que desgasta es no tenerlo".

En ese terreno de los equilibrios entre ideas y praxis, el presidente Maragall -que ya había acreditado su buen nivel mostrando sus habilidades como alcalde- concedió al diario La Reforma, considerado próximo al Partido de Acción Nacional, una entrevista en la que se prodigó en su visión sobre la izquierda y la derecha, entre el corazón y las ideas, por una parte, y el bolsillo y el oportunismo político, por otra. La entrevista, que en todo momento apellidaba Margall al presidente -quizá en tributo a ese gran federalista tan querido por los anarquistas que presidió la Primera Republica Española-, utilizaba el sinónimo "izquierdista" para referirse a un Maragall que no cesaba de arremeter doctrinalmente a la derecha. El presidente de la Generalitat aseguró que "el mundo está cada vez más preparado y maduro para ser gobernado por la izquierda; hoy hay más posibilidades de no resignarse siempre a tener un padrecito que gobierna para nosotros, que es la derecha", dijo en la entrevista.

Tras glosar la apertura iniciada por el ex presidente Ernesto Zedillo -el priísta con quien se entrevistó ayer, horas antes de acudir a hacer otro tanto con el presidente Vicente Fox en la residencia de los Pinos-, Maragall afirmó que "lo que la izquierda representa de una manera más sabia es el intento de ir más allá del puro equilibrio de fuerzas como sistema, en un intento de repartir la riqueza".

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Ésa fue la parte ideológica, porque luego, en conferencia de prensa, glosó ese saludable turnismo entre PRI y PAN. Incluso estableció paralelismos entre México y Cataluña, por el relevo entre CiU y la izquierda. Pero luego, al ser preguntado sobre la decepción que en México se palpa sobre ese cambio esperado, el presidente se limitó a preguntar: "¿Cree usted que sería mejor que volviese a gobernar el PRI?".

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