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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una crítica de la cultura

Es sabido que desde el nacimiento del nuevo espíritu que inaugura el romanticismo alemán, los estudios literarios han ido cobrando un interés y una relevancia crecientes. Tras el impulso inicial dado por los hermanos Friedrich y Augustus Schlegel a la renovación de los estudios de poética e historia de la literatura, la "teoría literaria" ha ido ampliando su esfera de influencia, incorporando los modelos y el vocabulario de la lingüística y la fenomenología, dejándose permear por el psicoanálisis, la retórica, la teoría de sistemas y la hermenéutica filosófica y, entre tanto, ha experimentado un sinfín de modelos de sociología de la literatura, ha generado una teoría de la lectura y, en ocasiones, sellado alianzas tácticas con la semiótica y la teoría de la información.

INTRODUCCIÓN A LOS ESTUDIOS LITERARIOS

Remo Ceserani

Traducción de J. Ledo Martínez

Crítica. Barcelona, 2004

324 páginas. 19,13 euros

Bien visto, este desarrollo

teórico arborescente, diseminado, rizomático -diría un típico pedante deleuzeano- ha acabado conformando un cajón de sastre donde conviven teorías del lenguaje artístico, y más concretamente, de la literatura y lo literario, con viejas nociones de estética, ideologías textualistas, formalistas, extravagancias tipo los Gay & Lesbian Studies y una buena parte de la llamada "filosofía de la cultura", que nunca he sabido en qué consiste pero que, en resumidas cuentas, me da la impresión de que es lo que hacen la mayoría de los filosofantes menos los que se dedican a la lógica y la metodología de la ciencia. Una nutrida sección de este cajón de sastre está formada por un comentarismo escolástico vertido en fórmulas y contenidos modernos, donde se suele encontrar lo de siempre: filología más racionalización y una dosis fuerte de jerga; pero otra parte no menos importante contiene algunas de las contribuciones más destacadas al pensamiento contemporáneo. La riqueza y la variedad de este pensamiento a menudo pone a prueba la capacidad de orientación del lector más culto. Quien pretenda saber, por ejemplo, cómo se define la literatura, o el texto, o la lectura, o la ficción, se encontrará con una auténtica maraña de teorías, escuelas, corrientes y tendencias que muchas veces se encabalgan unas con las otras y que nadie, hasta ahora, ha conseguido compendiar de forma consistente. Este caos, sin embargo, es un síntoma de vitalidad que, por otro lado, puede resultar incluso estimulante; y de hecho, la variedad de las teorías literarias justifica que haya tantos libros y especialistas dedicados a catalogarlas. Además de este volumen escrito por el profesor de la Universidad de Bolonia Remo Ceserani y cuidadosamente editado -como el resto de los libros de esta colección que, por cierto, se inició con unas maravillosas conferencias dictadas por Borges en Harvard, publicadas con el título Arte poética-, puedo citar a vuelapluma obras similares de Jonathan Culler, Mieke Bal, Terry Eagleton, D. W. Fokkema y E. Ibsch, T. Todorov, Raman Selden y Käte Hamburger, sin olvidar trabajos de corte similar escritos por autores españoles: por ejemplo, Manuel Asensi, Historia de la teoría de la literatura, en dos volúmenes (Tirant lo Blanch. Valencia, 2003), y Blas Matamoro, Saber y literatura: por una epistemología de la crítica literaria (Ediciones de la Torre. Madrid, 1980).

Como ya ocurría en la época helenística, la teoría de la literatura produce un caudal enorme de literatura secundaria y forma una tradición de doxógrafos cuya principal tarea consiste en escribir repertorios de teorías. Ceserani no pretende trascender las limitaciones del género, si acaso, mejorar o actualizar lo que se suele encontrar en este tipo de libros y sobre todo investigar el contorno impreciso que separa la literatura comparada y la teoría de la crítica literaria de una parte de los llamados "estudios culturales", sobre todo en vista de que la primera da la impresión de que se hubiera desenganchado de la utopía formalista que la hegemonizó durante casi todo el siglo XX y parece orientarse en cambio hacia una nueva perspectiva, de tipo historicoculturalista, donde el comparatismo originario no parece reñido con el análisis y la crítica de la cultura.

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