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Columna
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Acosados

José Luis Ferris

Confieso sentirme acosado y perseguido por los jerarcas de la Iglesia Católica. Confieso que si las leyes no me amparan, obispos, seglares y prelados saldrán en mi busca para disponer mi salvación y devolverme al redil de su vieja moral. Lo dijo Rouco ante sus huestes el pasado domingo: "Movilización en defensa de las raíces cristianas"; "¡El día ha llegado!"; "¡El futuro nos pertenece!"; "Ha llegado el día ardiente como un horno", exhortó el Cardenal citando a Malaquías, "en que los malvados y perversos serán la paja, en el que no quedará de ellos ni rama ni rastro...".

Me siento acosado por un ejército de fieles empeñado en salvarme, en perturbar a los infieles que procuramos vivir en paz, respetar al prójimo y edificar un futuro sembradito de igualdad, de libertad, de justicia y tolerancia. La voluntad apocalíptica y revanchista de unos cuantos católicos amenaza con tomar la calle y salir a mi encuentro, pero yo sólo pido que me dejen vivir, que me permitan escoger mi salvación. Ya organizaron mi infancia, se metieron en mi escuela y lo acaté con mansedumbre, pero no quiero que mis hijos se examinen por dogma y por decreto de sus dogmas. Si nadie impone a nadie la forma de morir, llegado el caso, yo quiero elegir un modo digno de dejar este mundo sin que ellos me lo impidan, amparado por la ley. No me afecta lo más mínimo que dos hombres se amen, que dos mujeres decidan quererse y que el Estado reconozca ese derecho; sí me enoja que ellos proclamen, en nombre del bien común, que hay uniones imposibles. La descristianización progresiva de los católicos les ha llevado a esa guerra declarada contra usted y contra mí. Pretenden que sus deficiencias internas las paguemos entre todos. Sus profundas divisiones son la causa de ese ensañamiento con el prójimo. Buena parte de sus congregaciones vela por sí misma, por sus privilegios e influencias, y poco le importa los problemas morales. Lo digo y lo repito: me siento acosado por esa legión de cristianos falsos e incoherentes que ignora a Cristo, que no respeta mi derecho a vivir y que arenga a la movilización cuando ve peligrar sus bienes materiales, su patrimonio injusto y terrenal.

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