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Columna
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Expectativa frustrada

Portavoz de la ilegalizada Batasuna, Arnaldo Otegi congregó el pasado domingo en el velódromo de Anoeta a los seguidores del brazo político de ETA -excluido de la vida pública oficial por una sentencia del Supremo- para presentar una oferta programática titulada Ahora el pueblo, ahora la paz. Las expectativas suscitadas antes del mitin en torno a un probable viraje del nacionalismo radical que pudiese desembocar en la renuncia a la violencia tal vez expliquen que el Ayuntamiento alquilase las instalaciones para el acto y que el Gobierno vasco lo autorizase. La decepción sobrevenida ha sido tanto mayor cuanto que la carta enviada el pasado agosto a la cúpula de ETA por seis de sus antiguos dirigentes hoy encarcelados y la posterior desarticulación en el sur de Francia del aparato político de la organización terrorista (junto a la incautación de un importante arsenal de armas y de abundante información) habían reforzado la esperanza de un cese indefinido o incluso total de los asesinatos y atentados de la organización terrorista.

La ejecutiva del PNV y el Gobierno de Ibarretxe se han esforzado inconvincentemente por subrayar los aspectos positivos que pudiera encerrar el vaguísimo compromiso de Batasuna de dirimir "de manera pacífica y democrática" las desgarradoras diferencias existentes en el País Vasco entre nacionalistas y autonomistas a través de un proceso de "dialogo político multilateral". Desgraciadamente, la retórica y la simbología terroristas presidieron -como siempre- el mitin celebrado por el ilegalizado brazo electoral de ETA, que ni siquiera pidió a su sanguinario padrino un alto el fuego táctico. Lejos de asumir la realidad de los hechos, Otegi siguió negando las evidencias con el propósito de extraer una eufórica moraleja: "Estamos en el buen camino" y "estamos ganando". Con la característica mentalidad grupuscular de ese tipo de organizaciones, la nueva oferta programática atribuye a la izquierda abertzale la condición de causa eficiente de todo cuanto se mueve en España y en Francia: desde los proyectos de reforma de la Constitución hasta las medidas descentralizadoras de París. Batasuna trata, así, de conferir sentido y justificar históricamente la inútil cosecha de muerte, desolación y dolor recolectada durante varias décadas por ETA: a las más de 800 víctimas de su furia asesina habría que añadir la larga lista formada por los militantes abertzales que han pagado esos crímenes con su vida o con la cárcel.

La carta firmada el pasado agosto por seis presos históricos de ETA, sin embargo, llegaba a conclusiones radicalmente diferentes: "Nunca en la historia de nuestra organización nos hemos encontrado tan mal"; "nuestra estrategia político-militar ha sido superada por la represión del enemigo"; "vamos a introducirnos en una dinámica degenerativa" ; "esto es morir a fuego lento". Pocas semanas después, la detención de la cúpula política de la organización terrorista y el desmantelamiento de la infraestructura construida en el sur de Francia durante la falsa tregua declarada en 1998 y rota un año después confirmaron el pesimista pronóstico de quienes durante años prepararon, ordenaron o ejecutaron la actividad criminal de ETA: "La incapacidad de potenciar la lucha armada y la imposibilidad de acumular fuerzas que posibiliten la negociación en última instancia con el poder central nos obliga a replantear la estrategia vanguardista defendida hasta ahora".

Las mínimas aperturas a la realidad detectables en el discurso de Otegi se reducen a obviedades tales como el reconocimiento de que la izquierda abertzale "no tiene la razón al cien por cien". Los compromisos asumidos por Batasuna con el fin de iniciar el proceso reconciliador mediante un "diálogo político multilateral" son una manera indirecta de mimetizarse con el plan Ibarretxe para justificar el día de mañana su vergonzante apoyo parlamentario y electoral. La doble mención de la nueva oferta política a los pactos internacionales protectores de los países coloniales y a la necesidad de "tener en cuenta la historia de Euskal Herria" son las cláusulas de seguridad que permitirían a Batasuna reclamar en el futuro el derecho de autodeterminación y el programa irredentista de anexión al País Vasco de Navarra y de los territorios franceses ultrapirenaicos.

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