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Crítica:XXI FESTIVAL DE JAZZ DE MADRID
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tres eran tres

Eran tres, y los tres, buenos... o mejor. Tres "fuera de la norma" celebrando la música de otro jazzista de excepción, el batería Tony Williams, que lo fue del celebrado quinteto de Miles Davis, y falleció en el año 1997, a los 51 años. Williams era una fuerza de la naturaleza desbocada. A priori, uno podría sospechar que Jack DeJohnette era el menos indicado para ponerse en su pellejo: si hay músico cauteloso al momento de sentarse detrás de una batería, ése es DeJohnette. Pero contundente es poco: musculoso, ciclópeo... DeJohnette fue un muro de granito. A su lado, John Scofield, entre ecléctico y eléctrico, pareció una hermanita de la caridad hasta que, también a él, le llegó el momento de perder la compostura del intérprete de jazz y darse una vuelta por el país de la "psicodelia" en Spectrum, la pieza de John McLaughlin. Incluso el habitualmente conspicuo Goldings se soltó la coleta para algún solo pintoresco por lo inusual, lo que debió colmar la paciencia del aficionado al jazz, sección ortodoxa.

Celebrating Tony Williams

Jack DeJohnette, batería; John Scofield, guitarra; Larry Goldings, órgano. Centro Cultural de la Villa. 14 de noviembre.

No era éste un concierto del jazz ancien régime, sino la celebración de un músico que dio pie a los jazzistas para adentrarse, a través de su grupo Lifetime, por los caminos de lo que entonces se llamaba "jazz-rock" y ahora llaman "fusión", que no es lo mismo, aunque parecido.

Sobre el escenario del Centro de la Villa, enfrentados a un auditorio que colmaba el aforo del recinto, DeJohnette-Scofield-Goldings reprodujeron el line-up del grupo pionero del jazz-rock, con la batería desparramada en el centro, el órgano a su derecha y la guitarra a su izquierda. Tres instrumentos que valían lo que tres orquestas. Y mucha electricidad. Temblaron los muros del recinto y aún hubo el acomodador que huyó despavorido ante el inminente derrumbe de la torre de Colón sobre nuestras cabezas.

El temario estuvo compuesto por piezas ligadas a Williams por haber sido él su compositor -Sister Cheryl, Pee Wee-, o por figurar en su repertorio habitual -If, big Nick-. Versiones asimétricas, con el epílogo durando dos y tres veces lo que el tema y el trío, llegándose al estado de trance, arrebatados sus integrantes por la propia dinámica de la música.

Si el tratamiento unánimemente enfático pudo no ser el adecuado en todos los casos, el resultado final no puede por menos que calificarse de devastador. El recital, un verdadero tour de force, dejó exhaustos a los de arriba y a los de abajo, nos dejó para el arrastre.

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