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VISTO / OÍDO
Columna
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La urna violada

Los que se relamen de éxito por la votación de Afganistán y las que se anuncian dentro de un par de meses en Irak niegan convulsivamente que puedan celebrarse en Palestina: el país, dicen, no está en condiciones. Una persona con voz y mando puede pensar una cosa y la contraria al mismo tiempo. Convienen las otras elecciones para que su apaniguado sea legal y el país soberano; pero no ésta porque los elegidos no deben ser nunca legítimos, ni el país palestino debe existir más que como una ilusión para el futuro. Como se sabe, el futuro nunca llega: apenas lo atrapa uno, ya es presente y ya se convierte en pasado. La velocidad del tiempo depende de quien tiene las armas, y con ellas la penetración en los cerebros. Estos mismos sacerdotes de la urna virgen y pura son los que negaban las de los países comunistas, y era evidente que tenían razón, aunque siempre creyeron en los plebiscitos de Hitler; hasta en los de Franco, que organizaban sus papás. Decían los muy jabatos que los rojos lavaban el cerebro, y hasta algunos de sus psiquiatras más reconocidos explicaban cómo, y recordaban a Pavlov y su perro, que obedecía al son de la campana (su ultima creación fue el síndrome de Estocolmo).

Ahora tienen instalados sus lavaderos de cerebro democráticos, hasta infiltrados en las filas de las radios y los periódicos decentes -¿cuántos hay?- para asegurar un público obediente a la campanilla de la comunión. Uno que dice que las elecciones palestinas no van a valer -por si ganan los radicales islamistas- puede decir que en España se persigue a la Iglesia: en razón de que no se acepta, o intentamos no aceptar, que esa Iglesia persiga a los que se han zafado de sus hisopazos con porras. No desvarío, ni salto de un tema a otro, sino que reconozco las mismas voces en los mismos temas, siempre contrarias a los condicionamientos de la verdad que se impone. Llaman a eso "unidad"

Vi en un referéndum de Franco, no me acuerdo sobre qué tontería -quizá una ley fundamental, una constitución-, de voto obligatorio -para cobrar, la empresa en que se trabajaba exigía el resguardo-, decía, vi en él al presidente de mesa abrir cada papeleta y mirar a la cara al votante. Una manera de violar las urnas con discreción: y la mamá democracia duerme de un sueño de cloroformo mediático.

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