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Columna
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Urbanismo

La respuesta a por qué se ha convertido Valencia, de repente, en un polo de atracción de arquitectos internacionales tiene que evitar, por puro instinto, la euforia tanto como la displicencia. Que el presidente Camps y la alcaldesa Barberá hayan desempolvado los rascacielos que Santiago Calatrava ideó como complemento de la Ciudad de las Artes y las Ciencias (un complejo público ya muy oneroso) para hacerse la foto con la maqueta, mano a mano y en ausencia del mediático autor de los diseños, es extraño. Que aparezca en escena Jean Nouvel con un aparato publicitario demasiado ostentoso para la concreción y viabilidad de una propuesta cuya pretensión es ordenar todo el frente litoral, resulta más extraño aún. Que el concurso municipal para organizar el sector de El Grau, es decir, la conexión de la ciudad con el mar en lo que fue la desembocadura antigua del Turia, haya atraído las candidaturas de profesionales del prestigio de Ieoh Ming Pei, Rem Koolhaas, Meinhard von Gerkam y Alejandro Zaera, es la consecuencia lógica de ofrecer una oportunidad suficientemente interesante de intervención urbana. Se hace inevitable sospechar que Camps y Barberá buscan, con el señuelo espectacular de Calatrava, aliviar las arcas públicas de la enorme deuda acumulada por el conjunto de construcciones junto al viejo camino de Las Moreras, en un intento que implica modificaciones del Plan General de Ordenación Urbana que harían las delicias de algunos constructores, siempre que el paquete no estuviera atado indefectiblemente al singular arquitecto valenciano. También es fácil recelar de la operación de Nouvel como una maniobra, amparada por intereses privados que esconden la mano, para desbordar el concurso municipal de El Grau, en definitiva tan fructífero. Puede que todo tenga que ver con la Copa del América, pero las dudas sobre la trastienda son jugosas. ¿Por qué esa coincidencia de rascacielos en la vieja desembocadura del río? ¿Por qué resucita la propuesta de Nouvel la idea que auspiciaba Barberá de edificar en el Puerto, aparcada al perder el control del proyecto a manos del Gobierno? Es pronto para distinguir entre la música del urbanismo y el fragor depredador, eso sí, de alto standing. Habrá que estar al tanto.

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