Las mezquitas de la discordia
Los musulmanes observan con preocupación el creciente rechazo social a la apertura de oratorios
A primera vista no es más que un garaje con alfombras en el suelo sobre las que una docena de hombres charlan en pequeños grupos tras el rezo del atardecer. Algo de té y poco barullo. Ha culminado un nuevo día del mes sagrado del Ramadán en el precario oratorio del barrio de Singuerlín de Santa Coloma de Gramenet (Barcelonès). Y nada hace pensar que mañana vaya a ser diferente. Pero el oratorio -sus responsables evitan hablar de mezquita dada su precariedad-, inaugurado hace apenas tres semanas, el más nuevo de Cataluña, tiene los días contados: el 17 de noviembre, cuando acabe el Ramadán, los musulmanes del barrio se irán con sus cosas a otra parte. Más lejos, más apartados del centro. "Donde no molestemos a nadie", explica Taoufik Cheddadi, el portavoz e imán de la asociación que alquiló este local, de 90 metros cuadrados, por 500 euros al mes.
En Cataluña hay 170 locales para rezar, 60 de los cuales han abierto en los últimos años
Los musulmanes abandonarán el garaje el próximo martes para evitar "más conflictos con los vecinos", explica Cheddadi, harto de que éstos le increpen ante la puerta del local. Tras recordar que tienen todos los permisos para funcionar, explica que se van a un edificio prefabricado de la zona de Can Zam que acentúa el aislamiento que suele acompañar a la comunidad musulmana en muchos pueblos de Cataluña.
El de Santa Coloma es uno más de los 60 locales habilitados por la comunidad musulmana catalana desde 2001 para utilizarlos como oratorios, y todos ellos se han abierto en medio de un clima poco amable. En el conjunto de Cataluña hay unos 170, la mayoría instalados en viejos edificios e inmersos en la precariedad.En apenas dos meses las protestas vecinales contra la apertura de oratorios o mezquitas se han sucedido en Santa Coloma, Mollet del Vallès (Vallès Oriental), Viladecans (Baix Llobregat), Reus (Baix Camp) y el barrio del Raval de Barcelona.
Casi todos los casos son calcados: barrios con un elevado índice de inmigración, vecinos sin apenas información de lo que es una mezquita, problemas de marginalidad y ayuntamientos que se enfrentan en solitario a la gestión de un conflicto que divide a la comunidad como pocas veces se había visto. El atentado islamista del pasado 11 de marzo en Madrid tampoco ayuda en nada a reparar viejas desconfianzas.
Un sector de los vecinos de Santa Coloma no ha dudado en salir a la calle para evitar que los musulmanes se instalaran en el barrio de Singuerlín, y pese a las escenas violentas observadas en las últimas semanas todos niegan ser racistas. "Nunca hemos actuado por racismo, pero usted no sabe los olores que soportan los vecinos de un local donde a veces se reúnen hasta 60 personas para rezar", explica una vecina para justificar las repetidas concentraciones ante el oratorio islámico. "Si no hubiéramos protestado con todas nuestras fuerzas los musulmanes se habrían quedado en el local", explica indignada Carmen Padilla, la portavoz de los vecinos, aunque no faltaron muestras de apoyo a los musulmanes de educadores de las escuelas o las asociaciones de vecinos y el Ateneo Popular.
¿Quedarán estos sucesos como un hecho aislado o se reproducirán en alguno de los otros barrios calientes del área metropolitana? La secretaria general de Inmigración, Adela Ros, considera que se sintió "horrorizada" cuando vio por televisión el tono que utilizaban los vecinos, y no cree que trasladar los oratorios a zonas sin vecinos sea la solución. "Quizás puede funcionar a corto plazo, pero todos debemos darnos cuenta de que en nuestros barrios vive gente cada vez más diversa y con diferentes necesidades y que no podremos tener las mezquitas siempre alejadas de las zonas habitadas", explica.
Hasta la fecha poco se ha hecho desde la Generalitat para ayudar a los ayuntamientos con problemas de este tipo. La secretaría de Asuntos Religiosos se ha limitado a anunciar que impulsará una propuesta para que los consistorios prevean en sus planes urbanísticos la instalación de oratorios musulmanes y de otras religiones de las que haya demanda, pero nada indica que ello pase de ser una simple recomendación.
El alcalde de Santa Coloma, Bartomeu Muñoz, asegura que la postura del Ayuntamiento ha sido en todo momento la de "forzar el diálogo" entre las dos partes. En este sentido, opina que "los musulmanes se marchan por decisión propia".
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