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Ciutat Vella prohíbe temporalmente la apertura de más bares, restaurantes y hoteles

El distrito suspende la concesión de licencias hasta que se apruebe el nuevo plan de usos

Blanca Cia

Primero fue Gràcia y ahora le toca el turno a Ciutat Vella. El distrito central de Barcelona ha decidido suspender temporalmente la concesión de licencias para la apertura de bares, restaurantes y hoteles por la saturación que padece y para evitar que sea la demanda la que acabe configurando el distrito. Ya se han iniciado las conversaciones con los sectores implicados para redactar un plan de usos de los locales de libre concurrencia, un epígrafe que engloba desde discotecas hasta locutorios, pasando por los locales de alterne y las charcuterías que ofrecen degustación.

El plan de usos actual fue aprobado hace cuatro años. Pese a que no es demasiado tiempo, sí ha sido suficiente para que Ciutat Vella haya experimentado un cambio importante, desde la llegada masiva de la inmigración a la apertura de cientos de locales de todo tipo en las calles del Barri Gótic, el Raval y la Barceloneta.

El número de estos locales no lo conoce ni el propio distrito, que está elaborando algo parecido a un censo o mapa para situar toda la oferta. "Lo que ha ocurrido en Ciutat Vella es lo mismo, o parecido, a lo que ha pasado en buena parte de Barcelona al convertirse en una ciudad de éxito. Eso, que está bien, desencadena problemas hay que intervenir si es necesario, que es lo que vamos a hacer", explica el concejal del distrito, Carles Martí. La apertura de bares y restaurantes ha tenido efectos positivos que se han convertido en negativos al acumularse gran parte de la oferta. Es el panorama, por ejemplo, del barrio de la Ribera, el Raval norte y el Gòtic sur.

Martí considera que la oferta de hoteles, locutorios y locales nocturnos está cubierta. Además, la concentración de bares de copas es uno de los factores que más problemas de convivencia provocan en los barrios de Ciutat Vella. En el sector de la restauración la oferta está, en opinión del regidor, casi cubierta, pero de forma desigual. Frente a la saturación del Gòtic, en el Casc Antic y el Raval no hay un gran número de esos establecimientos.

Que el mercado de la restauración está bastante saturado también lo comparten algunos de los operadores del sector. "Creo que la Administración tiene la obligación de intervenir cuando se corre el riesgo de que se ejerzan activididades incontroladas, como ocurrió cuando en los locutorios se vendía todo tipo de productos de alimentación", recuerda Ignasi Torralba, propietario del restaurante Amaya y vicepresidente del Gremio de Restauradores de Barcelona. No todas las voces se expresan en el mismo sentido. Por ejemplo, en la zona comercial Barnacentre las cosas se ven de otro color, ya que la oferta es de todo tipo de tiendas de moda, pero no hay mucha restauración.

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La suspensión de licencias entrará en vigor esta semana con la firma de un decreto de alcaldía, según señalaron fuentes municipales. La suspensión engloba las cuatro categorías de establecimientos de libre concurrencia: bares, restaurantes y algunos locales que ofrecen degustación pero que en realidad son restaurantes u hornos de pan que se convierten en cafeterías; locales de noche -bares musicales, cafés teatro, salas de conciertos-; hoteles, pensiones y apartamentos turísticos, y locutorios, asociaciones culturales y ludotecas. En el caso de los apartamentos turísticos, el distrito pedirá a la Generalitat que no otorgue ningún permiso más para controlar la expansión de esa fórmula.

La propuesta de reordenación en la que trabaja el distrito aspira a alcanzar el equilibrio de la oferta. Martí cree que se tiene que buscar un modelo para conciliar la intensa actividad de la zona y la convivencia de esa actividad con los residentes, conciliación que salta por los aires de forma periódica a causa de varios factores, desde la falta de limpieza y los ruidos que generan los locales a la prostitución callejera.

El distrito quiere poner freno definitivo a la concentración de bares y apuesta por la mejora de los existentes; de modo, por ejemplo, que un local con licencia de bar se transforme en un restaurante o se gane espacio en los ya existentes y se modernicen las instalaciones. Y de paso, controlando que realmente todos los restaurantes lo sean y que no se trate de caterings encubiertos.

El nuevo plan de usos no se aprobará de un día para otro. Habrá un debate previo en el consejo de comercio del distrito que arrancará la semana próxima. Con las ideas que salgan de él se elaborará un documento de criterios para redactar la propuesta de plan. Ésta irá al consejo del distrito el 9 de diciembre y se aprobará inicialmente. Tras un periodo de exposición pública, el plan de usos deberá ser aprobado de forma definitiva. Entre una cosa y otra pasará unos tres o cuatro meses, y según los cálculos del concejal de Ciutat Vella, la nueva normativa entrará en vigor en marzo de 2005.

Los rostros de una misma calle

Hay algunas calles de Ciutat Vella que han mudado el rostro varias veces en menos de una década. Por ejemplo, la del Doctor Dou, una de las vías del Raval en las que se ensayó la edificación de bloques de pisos que luego se extendió en el Eixample. Muchos de ellos fueron patrimonio de la jerarquía eclesiástica durante décadas.

Hace poco más de 10 años, lo que marcaba esa calle, de dos manzanas -desde la de Elisabets hasta la del Carme- era la comisaría de policía. Y un local diametralmente opuesto, el bar Raval. Sólo había un restaurante, el Antic Forn, en la esquina de Pintor Fortuny. La mayor parte de los locales de los bajos eran almacenes de todo tipo de productos, pero especialmente de alimentación y de marroquinería. Una pequeña droguería también acabó cerrando las puertas.

La apertura del Macba fue determinante en la primera transformación de la calle, que a partir de 1994 vio cómo los almacenes se convertían en galerías de arte. En dos o tres años se abrieron varias en unos locales grandes y blancos. Nada que ver con los oscuros y desordenados espacios de los almacenes. La urbanización de la calle también mejoró. Se ampliaron las aceras, se plantaron árboles y casi desapareció la sempiterna doble fila de vehículos en la calle.

Pero el sector galerista acabó haciendo agua y la mayor parte de los locales -algunos transformados temporalmente en tiendas de art déco o en bares de copas- acabaron cerrando.

El rostro de la calle volvió a mudar casi por completo. Y las persianas volvieron a abrir, pero esta vez para mostrar la reconversión de los espacios en modernos restaurantes, en algunos de los cuales han tenido el buen tino de recuperar los arcos de ladrillo del techo.

Otros han optado por la moda, algo casi inevitable teniendo en cuenta la expansión de ese sector en todo el Raval. Pocos de los antiguos locales han resistido ante tanto movimiento. Lo que parece inmutable son los edificios de viviendas que descansan en esos bajos. Aunque tampoco es así porque no se han librado del baile inmobiliario.

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Sobre la firma

Blanca Cia
Redactora de la edición de EL PAÍS de Cataluña, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en diferentes secciones, entre ellas información judicial, local, cultural y política. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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