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Columna
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De puntillas

Quien me amuebló y me ordenó esto -señalándose la cabeza- fue Doña Carmen Martínez Sancho, dijo Antonia Heredia Herrera el jueves pasado, cuando muchos amigos y compañeros la sorprendimos con un homenaje tras su reciente jubilación. Varias amigas que allí estábamos disfrutamos recordando a aquella catedrática de Matemáticas del Instituto Murillo, tan menuda como rápida escribiendo en la pizarra, a quien temíamos por exigente y admirábamos como docente. Los buenos profesores dan siempre buenos frutos. "Doña Carmen quería que yo estudiara Ciencias Exactas, pero mis padres no podían costearme la carrera en Madrid; no me importa, porque he sido muy feliz como archivera", añadió Antonia.

Así fue que comenzó a trabajar en el Archivo de Indias cuando aún estudiaba en la universidad. Y allí empezó después a preparar su tesis doctoral sobre El azogue en Nueva España. Más tarde fue directora del Servicio de Archivos y Publicaciones de la Diputación Provincial de Sevilla hasta 1995, fecha en la que fue nombrada directora del Archivo General de Andalucía. Pertenece a la Mesa de Trabajo de Archivos Municipales y a la Comisión Internacional de Evaluación del Consejo Internacional de Archivos. Tiene publicaciones con 220 títulos y ha dado un sinfín de conferencias en España e Hispanoamérica, donde su nombre fue el primero en la encuesta de una revista virtual sobre los archiveros más destacados del siglo XX. En la Escuela Nacional de Archiveros de Perú también tiene un aula con su nombre.

Viuda muy joven de José Joaquín Real y con cinco hijos pequeños, ya puede uno suponer las horas diarias que ha trabajado Antonia durante los 50 años que ha sido funcionaria de la Administración. Además encuentra tiempo para pasarlo bien, guisa como los ángeles y, fuera del trabajo que es donde la conozco, va siempre cuidada, sonriente y con tanta serenidad y prudencia que se diría que va de puntillas, sin hacer un ruido. Quizá por eso pienso que pocos sevillanos conocerán la labor profesional que ha llevado a cabo. Por eso y por algo que dijo una amiga el jueves pasado: que era la coherencia lo que la había perdido. Perdida para la fama, que no para lo demás. Son cosas de mujeres.

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