La bicicleta no tiene sitio en la ciudad
He comprobado que el 90% de los coches que circula por mi ciudad va ocupado exclusivamente por su conductor. Los estudiosos del tráfico urbano dicen que cerca del 80% de los desplazamientos urbanos no supera la distancia de seis kilómetros. El petróleo está por las nubes. El deterioro de nuestra atmósfera bastante por encima de ellas. En ciudad, la velocidad del vehículo privado no supera los 20 kilómetros por hora, y el autobús que recorre los cuatro kilómetros y medio que separan mi casa de mi lugar de trabajo tarda en hacerlo media hora larga.
Existe un vehículo de uso individual, de fácil manejo, de baja accidentalidad, que no emite ningún género de gases ni contamina acústicamente, que puede alcanzar fácilmente los 20 kilómetros por hora y cuyo consumo de energía renovable favorece la salud. Parecería razonable que hubiese medidas que facilitasen su uso e incitasen a los ciudadanos a utilizarlo.
Pues no. La bicicleta no tiene sitio en la ciudad. Se le constriñe en carriles-bici que invaden las aceras y que terminan siempre en una calle de cinco carriles donde los conductores se resarcen de sus interminables esperas, o se les dedica un día de la bicicleta, porque los otros 364 son del coche. El uso masivo de la bicicleta necesita pocas cosas, pero imprescindibles: una red de calles, que abarque a toda la ciudad, con tráfico preferente para bicicletas, aparcamientos seguros y un aire más limpio y menos ruidoso que ella ayudaría a crear. ¿Cuántos días de la bicicleta tendremos que celebrar antes de que lo razonable se convierta en posible?
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