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FRANCO FRATTINI | Comisario de Justicia

La ambición viste de gris

Enric González

Franco Frattini puede ser más frío que una directiva europea sobre el embalaje de tomates, más políticamente correcto que un eurodiputado veterano y más gris que una tarde de febrero en Bruselas. Es un jurista sólido que oculta su ambición de poder bajo un disfraz de perfecto funcionario. La Comisión Europea se lleva al gran tapado del Gobierno italiano, a un ministro que ha aprendido a esquivar puñaladas en los palacios romanos y que, a diferencia de Rocco Buttiglione, tiene mucha carrera por delante.

Sus compañeros de Gabinete suelen llamarle Franchino, por su relativa juventud (47 años) y por su aspecto blando e inofensivo. También le llaman Il Secchione, el empollón. Nació en Roma el 14 de marzo de 1957, se licenció en Derecho a los 22 años, fue fiscal a los 24, abogado del Estado a los 26, magistrado a los 28 y asesor jurídico del Tesoro a los 29. Con 37 fue nombrado secretario general de la Presidencia del Gobierno y con 38 ministro de la Función Pública. Todo un currículo.

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Tantas horas de estudio y despacho le habituaron al juego burocrático y al lenguaje gris. Pero siempre mantuvo otra vida paralela que ofrecía pistas sobre su auténtica personalidad: obtuvo el título federativo de profesor de esquí y cultivó en su tiempo libre su vocación secreta, la de oceanógrafo. Pasó sus últimas vacaciones, por ejemplo, a bordo de un rompehielos, explorando las islas Spitzbergen en el Ártico. Suele decir que tenía que haberse dedicado a la oceanografía. Pero añade: "El problema es que los oceanógrafos se mueren de hambre". Y Frattini, un tipo de autodisciplina férrea, que sólo come por la mañana y por la noche, que se trabaja el cuerpo en el gimnasio y al que nadie recuerda exaltado (sus iras y sus venganzas son siempre frías), no nació para pasar hambre.

Está separado de su mujer, con la que tiene un hijo. Y no se le conocen amoríos con ninguna famosa, lo que resulta relativamente raro en los círculos de poder romanos.

Sus primeras simpatías políticas se dirigieron al socialismo craxiano, desde el que, como muchos otros, saltó cómodamente a Forza Italia: siempre cerca del centro, siempre cerca del poder. Fue él quien en 1998 redactó el primer proyecto de ley sobre el conflicto de intereses entre el Berlusconi magnate y el Berlusconi entonces líder de la oposición, y fue de nuevo él quien, en 2002, elaboró la ley que permite a Berlusconi simultanear la dirección del país con la de su imperio televisivo. Aquel fue un empeño de alto riesgo. Frattini, sin embargo, apenas se chamuscó las manos.

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Es, además, europeísta, una cualidad no muy difundida en el actual Gobierno de Italia. Todo sumado, no debería tener problemas en su futuro empleo como comisario de Libertad, Seguridad y Justicia.

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