Megaestrellas en Knebworth
Live in Knebworth, Vol. 2 contiene una hora de música grabada durante uno de los festivales más estelares celebrados en el Reino Unido, inevitablemente bautizado como Dinosaurios del rock. En esta segunda parte, es el turno de Robert Plant (ayudado en dos canciones por su cómplice en Led Zeppelin, el guitarrista Jimmy Page), Genesis y Pink Floyd. El DVD se pondrá a la venta a partir de mañana, junto con EL PAÍS, por 6,95 euros.
Es sabido que los castillos, las grandes mansiones del Reino Unido, se reciclaron a finales del siglo XX. Difíciles de mantener para aristócratas que vivían en la capital, muchos terminaron al cuidado del Gobierno (National Heritage) y otros se hicieron negocios privados.
La familia Lytton Cobbold, propietaria de Knebworth House desde 1490, prefirió la segunda opción. A 45 kilómetros de Londres, la mansión se convirtió en polo turístico, centro de convenciones, localización para rodajes y, desde 1974, escenario de conciertos masivos. Los Rolling Stones, Queen, Oasis, Robbie Williams y otros cien solistas o grupos han tocado allí, acumulándose un rico anecdotario: desde los calzoncillos que Mick Jagger se dejó en la cama de Isabel I hasta la redada de la brigada antidrogas en salones que habían conocido los pasos de Churchill o Dickens. Y aquel show de Cliff Richard y otros artistas cristianos que fue un desastre organizativo: concluyó a las tres de la mañana, cuando un irritado Lord Cobbold se levantó en camisón y cortó la electricidad.
No se registran incidentes el sábado 30 de junio de 1990, cuando 120.000 personas responden al reclamo del "mejor concierto de rock británico de todos los tiempos". Es un lleno total, a pesar de que MTV retransmite el evento, por una buena causa: se busca recaudar tres millones de libras para construir un nuevo edificio del Nordoff-Robbins Music Therapy Centre, dedicado al tratamiento de niños minusválidos. La poderosa banda de Phil Collins se transforma en Genesis con la llegada de sus compinches, el teclista Tony Banks y el guitarrista/bajista Mike Rutherford. Es el turno de Mama, Throwing it all Hawai y Turn it on. Esta última pieza permite vislumbrar a Collins El Gran Entrenador: a lo Blues Brothers, se coloca gafas negras y sombrero. Reencarnado en un predicador del soul, a lo Solomon Burke, enlaza un parlamento sobre la necesidad de amar -que le permite presentar a sus acompañantes- con ráfagas de Everybody needs somebody to love, Reach out I'll be there, Pinball wizard e In the midnight hour.
Robert Plant se presenta al frente de un quinteto muy rockero, con el que interpreta Hurting kind y Tall cool one. Lleva un as en la manga: aparece Jimmy Page, su compañero en Led Zeppelin, y llega con hambre de escenario ya que se le ve disfrutando. Con ese refuerzo, Plant y su banda recuperan Wearing and tearing y Rock and roll. Entusiasmo entre el público: para muchos, es lo más cercano que podrán estar de la experiencia de Led Zeppelin en directo. Que, por cierto, actuó en Knebworth, allá por 1979.
Pink Floyd también tiene recuerdos de Knebworth. En 1975, el grupo encabeza el festival Knebworth Park y contrata a una escuadrilla de Spitfires para que vuelen por encima en una de esas canciones donde Roger Waters evoca el trauma de la muerte de su padre durante la Segunda Guerra Mundial: falla la sincronización, y los aviones aparecen en otra pieza. Quince años después, ya sin Waters, Pink Floyd va a lo seguro. Son doce, entre instrumentistas y coristas, y aprovechan la oscuridad de la noche para potenciar el desarrollo de Shine on, crazy diamond, su homenaje a Syd Barrett, motor del grupo y otro caído en las guerras psicodélicas. Aceleran con Run like Hell y se despiden entre pirotecnia y rayos láser. Lord Cobbold duerme tranquilo esa noche.
Babelia
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