El sueño demócrata tendrá que esperar
La maquinaria política de la oposición no ha logrado conectar con la América profunda
Antes de que John Forbes Kerry admitiese ayer su derrota y se retirara de la carrera a la Casa Blanca, el columnista de The New York Times Nicholas D. Kristof escribía en la madrugada del miércoles: "De la guerra civil que nuestra nación acaba de librar, al menos podemos sacar una conclusión: la primera prioridad del Partido Demócrata debería ser volver a conectar con la América profunda".
"Escribo esto de madrugada, sin saber los resultados de las elecciones", relataba Kristof. "Pero tanto si los seguidores de Kerry están celebrando la victoria como buscando asilo en el extranjero, deben de sentirse terriblemente tristes por los millones de granjeros, trabajadores de fábricas y camareras que finalmente -y contra sus propios intereses- acabaron votando por George W. Bush".
Los demócratas están marcados por tres 'g': 'God', 'guns' y 'gays' (Dios, armas y homosexuales)
Puede que John Kerry sea ya un cadáver político. Porque este país no perdona a los perdedores. Aunque no fue ese el caso de Richard Nixon, que sería perdedor años después pero por otra razones. Nixon, candidato republicano, tras perder frente a John F. Kennedy en 1960, fue elegido presidente en 1968 y reelegido en 1972. Pero entre un hecho y otro pasaron ocho años, además de ser Nixon más joven (55) de lo que es hoy Kerry (60).
Pero sobre lo que no hay duda alguna es de que el Partido Demócrata se enfrenta a un momento decisivo sobre su futuro. Y no sólo por el estrepitoso fracaso en estas elecciones. Sino por un ya demasiado largo periodo de desconexión con el americano convencional. Los demócratas parecen no ser "competitivos" en la América profunda. Allí se rehuye el elitismo con el que asocian al Partido Demócrata.
Desvastado Oeste
"Esto está devastando en términos de presencia demócrata el Medio Oeste y el Oeste del país", dice en The New York Times Mike Johanns, gobernador republicano de Nebraska. "Es muy difícil para los senadores y congresistas de este partido sobrevivir en ese territorio".
En opinión de Thomas Frank, autor de uno de los más importantes libros políticos del año, What's the Matter With Kansas: How Conservatives Won the Heart of America, (Qué sucede con Kansas: cómo los conservadores han ganado la América profunda), el problema más acuciante de los demócratas es su yupificación. En el libro, Frank asegura que los demócratas han estado tan ansiosos de ganar el voto de los profesionales de las grandes ciudades que han perdido el contacto con los obreros. "El liberalismo lo interpretan las clases medias altas, y esto es lo que saca de quicio a la gente normal", relata Frank en su libro. Los republicanos usan asuntos vacíos de contenido pero con gran impacto cultural para conectar con el votante corriente, el lechero, la señora de la limpieza. Y lo consiguen.
Dicho de otra manera. Los demócratas trafican con temas mientras que los republicanos venden valores. Y en opinión de Kristof, aquí entran en juego las tres g: God, guns y gays (Dios, armas y homosexuales).
El hecho de que una tercera parte de los norteamericanos sean evangelistas y crean con toda su fe que los demócratas desprecian sus creencias desata una reacción en cadena: ni oír hablar de esos descreídos.
Luego está el tema de las armas, y por mucho que uno pretenda entrar en esa cultura, como fue el caso del candidato demócrata al Senado por Ohio, Alan Blinden, que declaró tener 24 pistolas, y usarlas todas, no llegó nunca a sentarse en la Cámara. Perdió.
En cuanto a los homosexuales -once Estados han votado una enmienda constitucional que prohíbe el matrimonio entre personas del mismo sexo- los demócratas han intentado suavizar tanto como han podido este controvertido tema, al igual que el aborto, pero aún así la sola mención de ambos asuntos pone barreras, casi siempre de fe religiosa, infranqueables, entre la gente y su partido.
Son muy astutos los republicanos, viene a decir el Gobernador demócrata de Oregon, Ted Kulongoski, citado en The New York Times. "Han logrado crear todos esos asuntos sociales -aborto, matrimonio homosexual- que han hecho que el público deje de fijarse en lo que realmente está pasando en la economía".
Bill Clinton intuyó el desafío. Como lo ha hecho John Edwards. Quizá por sus orígenes de clase trabajadora. Sólo Clinton rompió un largo periodo de predominio republicano. El Partido Demócrata está en un punto de reinvención. Si no conecta con la corriente dominante de la sociedad no parece que le vaya a ser fácil ganar la presidencia.
Dos senadores se apuntan ya como aspirantes para 2008 con interrogantes. Hillary Rodham Clinton, ¿una mujer en la presidencia de Estados Unidos? Barack Obama ¿un negro en la Casa Blanca? Quién sabe. Lo que sí saben en el Partido Demócrata es que ayer perdieron, de nuevo, las elecciones.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.