Halloween
Inicié este fin de semana poco sobrada de energías. Estas fechas no ayudan. Con mis mayores repartidos por diversos camposantos. Y con mi madre de viaje, en ese crucero sin retorno que se pronuncia en voz baja, Alzheimer.
En cuanto a mi trabajo de profesora, no sé ya si es vocación o condena anticipada por no haber aprendido a educar adolescentes dejados a menudo a su suerte por sus padres y por el resto de la sociedad.
Como ciudadana tampoco paso por mi mejor momento. Me mosqueo enseguida. Por ejemplo, me conforta la dimensión simbólica de la Conferencia de los Presidentes. Intento mirar complacida la foto de familia. Pero no puedo evitar fijarme en sus caras. Todos miran de frente al objetivo. Excepto mis dos presidentes, que se miran con prevención mientras exhiben a la cámara una amplia sonrisa. ¿Sonríen o se enseñan sus potentes colmillos?
Porque, ¿cómo se lo diría? Les encuentro la piel demasiado huida hacia la nuca; como a aquel granjero de la película Men in black que había sido poseído por un alienígena y su mujer le decía: "Se te está cayendo la cara" y él se estiraba la piel hacia atrás, y ella del susto se caía redonda. Pues así les veo yo en la foto. Y claro, del lehendakari me parece lógico que, viendo cómo va su Plan, la sonrisa se le haya convertido en mueca. Pero de Zapatero, si sólo lleva ocho meses forzando la sonrisa... ¿Qué será de él cuando lleve dieciocho u ochenta y ocho?
Inquietante como Halloween. Que si eres niño para tomarlo a broma y te pones la careta, pues muy bien. Pero si lo piensas, que los muertos se pasean entre nosotros y lo que parecen caretas son sus rostros verdaderos, eso sí que es de asustar.
Sin ganas, pues, de pasarme tres días asomada a la nada, decidí hacer la maleta y desplazarme a Burdeos, dispuesta a reconciliarme con otros otoños más cálidos.
Y en eso estaba cuando suena el teléfono y escucho la voz de Gino al otro lado.
-Gino, ¡qué cerca suena tu voz!
-Es porque te hablo desde el aeropuerto.
-¿En Roma?
-En el aeropuerto de Bilbao. He hecho una puja en orden alfabético: Bangkok y Bilbao. Me ha salido Bilbao. Ha sido cosa del destino.
-Pues me encanta tu destino.
Deshice la maleta y me fui a buscarle.
En el trayecto me vino a la memoria la protesta de los famosos cocineros repitiendo ante la televisión que su único objetivo es hacer feliz a la gente. Y hube de reconocer que al, menos a mí, sí me había hecho feliz un cocinero.
Y recordé también lo que de niña oí decir a mi padre que en lo más oscuro, amanece.
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