El baloncestista Jesús Lázaro denuncia por acoso a su club
Los papeles con la primera denuncia por acoso laboral, mobbing, en el deporte español ya reposan en un cajón de un juzgado de Alicante. Jesús Lázaro, veterano base, 33 años, del modesto Calpe de la Liga LEB y con un amplio currículum en la élite del baloncesto español -12 temporadas en la ACB disputando 371 partidos-, se siente perseguido, ninguneado y humillado por su club. La entidad lo niega y arguye que todo se debe a que el jugador "no rinde".
Lázaro bota el balón de lado a lado de la cancha durante media hora. Lázaro da vueltas, solo, al perímetro del pabellón. A Lázaro no le dirigen la palabra, ni su entrenador, ni sus compañeros. Lázaro hace pesas después de comer durante más de 120 minutos. A Lázaro le hacen viajar sin el uniforme del equipo a Melilla solo para dedicarse a corretear alejado del juego de los otros jugadores. Y a Lázaro, después de esas sesiones, le dan ataques de ansiedad y vomita bilis.
Pero eso, sólo desde principios del pasado mes de octubre. Antes, en verano, le ficharon como a una estrella. "Debían de pensar que mi obligación era meter canastas desde el medio campo y tirando de espaldas", apostilla con ironía. El equipo va mal, es último, "los resultados no acompañan" y Lázaro, tras un encuentro ante el Fuenlabrada, saludó a sus rivales y no dio "el grito de guerra" junto a los suyos. La presidenta del Calpe, Carol Butti, se enfadó. Le llamó "maleducado", se preguntó de "qué equipo es" y le apartó del equipo tras abrirle un expediente disciplinario en el que se le acusa de "mal profesional". El 21 de octubre se reincorporó a los entrenamientos. Pero descubrió que sus tareas habían cambiado. A él no le tocaba seguir con la misma rutina que sus compañeros. A él le tocaba hacer cosas distintas, peores, y, además, solo.
"Vomité bilis"
"Si no se entrena es porque está mal, su denuncia es una tontería", replica Butti por teléfono y con hastío en la voz. "Viaja con el equipo", argumenta Butti para negar el apartamiento. Lázaro, sobre el mismo asunto, describe otro panorama: "Me hicieron viajar sin darme el traje oficial, todos iban uniformados y yo en vaqueros".
Lázaro desgrana su historia de otro modo. Sobre el incidente originario, el 1 de octubre, se excusa aduciendo que el entrenador del Fuenlabrada, Casimiro, trabajó con él en el Manresa en el pasado. Dice que Butti le "gritó" y le instó a callarse porque no tenía "derecho a hablar". Asegura Lázaro que el día 6 se encontró con un expediente disciplinario abierto en el que se precisa que es "un mal compañero" por saludar al rival " durante el calentamiento y al final del encuentro". Le llamaron el día 20 para reincorporarse y ahí comienza su "calvario". Sus horarios de trabajo desde entonces se extienden hasta las nueve de la noche. Estoy agotado, he vomitado bilis, he padecido dos crisis de ansiedad, en una de ellas tuve que ir a urgencias porque no podía respirar". Quien tomó la decisión es el fisioterapeuta, el único del club que pasa tiempo con el jugador.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.