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Por qué EE UU no debe reelegir al presidente Bush

George Soros

Nunca me he involucrado mucho en la política de partidos, pero estos no son tiempos normales. El presidente George W. Bush está poniendo en peligro la seguridad de los Estados Unidos y del mundo y al mismo tiempo está socavando los valores estadounidenses. Por oponerme a él, la campaña de Bush me ha demonizado.

En su campaña de 2000, el presidente Bush prometió una política exterior "humilde". Si es reelegido, su doctrina de la acción preventiva -y la invasión de Irak- quedará aprobada, y el mundo tendrá que vivir con las consecuencias. Si repudia las políticas de Bush en las urnas, Estados Unidos tendrá la oportunidad de recuperar el respeto y el apoyo del mundo.

Los ataques terroristas del 11 de Septiembre de 2001 exigían una respuesta firme. Pero también condujeron a la suspensión del proceso crítico tan esencial para una democracia -una discusión exhaustiva y justa de los temas-. Bush acalló la crítica tachándola de antipatriótica. Durante 18 meses después del 11 de septiembre consiguió sofocar todas las disidencias. Así es como llevó a Estados Unidos en la dirección equivocada.

De hecho, Bush cayó completamente en el juego de Osama Bin Laden. La invasión de Afganistán fue justificada: ahí era donde vivía Bin Laden y donde Al Qaeda tenía sus campos de entrenamiento. La invasión de Irak no lo fue. Fue el regalo involuntario de Bush a Bin Laden.

Inmediatamente después del 11 de septiembre hubo un torrente espontáneo de compasión hacia Estados Unidos en todo el mundo. Eso se ha transformado en un resentimiento general. Hay muchas más personas dispuestas a arriesgar sus vidas para matar estadounidenses que las que había el 11 de septiembre.

A Bush le agrada insistir en que los terroristas odian a los estadounidenses por lo que son -un pueblo que ama la libertad- y no por lo que hacen. Pero la guerra y la ocupación generan víctimas inocentes. Nosotros contamos los cadáveres de los soldados estadounidenses -más de 1000 en Irak-. El resto del mundo también cuenta los iraquíes que mueren a diario, tal vez 20 veces más.

Y las torturas de los detenidos en la prisión de Abu Ghraib tampoco fueron obra de unas cuantas manzanas podridas. Fueron parte de un sistema de manejar a los prisioneros que estableció el secretario de la Defensa Donald Rumsfeld. La opinión pública en todo el mundo condena a los Estados Unidos, y nuestros soldados en Irak están pagando el precio.

Bush convenció a la gente de que él era bueno para la seguridad de Estados Unidos manipulando los temores que generaron los ataques del 11 de septiembre. En tiempos de riesgo, la gente cae en el fervor patriótico y Bush explotó eso, promoviendo una sensación de peligro. Su campaña asume que a la gente no le importa en realidad la verdad y que creerá casi cualquier cosa si se la repiten suficientes veces. Algo debe andar mal entre los estadounidenses si nos dejamos engañar.

Por ejemplo, un 40% de los estadounidenses todavía cree que Sadam Husein tuvo que ver con el 11 de septiembre, aunque la Comisión que investigó los atentados -creada por Bush y encabezada por un republicano- concluyó definitivamente que no existió tal conexión. Me dan ganas de gritar: "Estados Unidos, despierten. ¿No se dan cuenta de que nos están engañando?"

La guerra en Irak estuvo mal pensada de principio a fin, si es que hay un fin. Es una guerra por opción, no por necesidad. Ma aún, Estados Unidos emprendió la guerra con falsos pretextos. No se encontraron armas de destrucción masiva y no se pudo establecer una conexión de Irak con Al Qaeda. Bush afirmó entonces que la guerra había sido para liberar a Irak. Pero la democracia no se puede imponer por la fuerza.

Sadam Husein era un tirano, y los iraquíes -y todo el mundo- pueden estar felices de haberse librado de él. Pero los Estados Unidos tenían la obligación de mantener la ley y el orden; en lugar de ello, no actuamos mientras Bagdad y otras ciudades eran saqueadas. Si nos hubiera importado el pueblo de Irak debimos tener más tropas disponibles para la ocupación. Debimos dar protección no sólo al Ministerio del Petróleo, sino a otros ministerios, museos y hospitales.

Peor aún, cuando los soldados estadounidenses encontraron resistencia, utilizaron métodos -invasión de hogares y maltrato a prisioneros- que indispusieron y humillaron a la población, lo que generó resentimiento y odio.

Son muchos los cambios de opinión y los errores de la Administración de Bush. Primero, disolvieron el Ejército iraquí y luego trataron de volverlo a formar. Primero, los trataron de eliminar a los miembros del partido Baaz y luego buscaron su ayuda. Cuando la insurgencia se volvió incontrolable, los Estados Unidos instalaron un Gobierno iraquí. El elegido para encabezarlo fue un protegido de la CIA con una reputación de hombre fuerte, algo muy alejado de la democracia.

A pesar de los esfuerzos de la campaña presidencial de Bush para manipular la información, la situación en Irak es grave. Gran parte del oeste del país se ha cedido a los insurgentes, las probabilidades de celebrar elecciones libres y justas en enero se alejan rápidamente, la guerra civil acecha.

La guerra de Bush en Irak ha hecho también un daño incalculable a Estados Unidos al debilitar su poder militar y al socavar la moral de las fuerzas armadas. Antes de la guerra, los Estados Unidos podían desplegar una fuerza arrolladora. Ya no. Afganistán se está yendo de control. Corea del Norte, Irán, Pakistán y otros países han retomado sus programas nucleares con nuevos bríos.

Se puede criticar a la Administración de Bush por muchas otras políticas, pero ninguna es tan importante como la de Irak. La guerra ha costado cerca de 200.000 millones de dólares y los costos seguirán creciendo, porque entrar en Irak fue mucho más fácil de lo que resultará salir. Bush ha estado provocando a John Kerry para que explique cómo haría las cosas de otra forma. Kerry ha respondido que él hubiera hecho todo de manera diferente y que estaría en mejores condiciones para sacarnos de Irak. Pero tampoco va a ser fácil para él, porque Estados Unidos está en un atolladero.

Expertos militares y diplomáticos de alto rango advirtieron desesperadamente a Bush que no invadiera Irak. Él los ignoró. Acalló el proceso crítico argumentando que toda crítica contra el comandante en jefe ponía en riesgo a las tropas estadounidenses. Pero ésta es la guerra de Bush y debería de responder por ella. Los estadounidenses deberían detenerse un poco y preguntar quién los metió en este lío.

En el momento de la reflexión deberían plantearse otra pregunta: ¿los pavoneos texanos de Bush lo cualifican para seguir siendo el comandante en jefe de Estados Unidos?

George Soros es presidente de Soros Fund Management y de la Open Society Foundation. © Project Syndicate, 2004. Traducción de Kena Nequiz

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