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Más Europa, menos crisis

Eduardo Madina

Es cierto que la Unión Europea avanza luchando desde hace tiempo contra una crisis de identidad política. Parece cierto que asume las consecuencias de no haber terminado de definir con solidez y profundidad el papel político que quiere jugar tanto en su dimensión interior como en su estrategia exterior.

En primer lugar, se le suele atribuir el defecto estratégico de no haber invertido tiempo y voluntad suficiente en su profundización política antes de haber ido tan rápido hacia su quinta ampliación. Una ampliación que ha cambiado la textura política de la propia UE al ser el ejercicio de apertura más grande que el proyecto europeo haya afrontado nunca. Tras esta nueva recepción de miembros al club, el equilibrio de poder interno varía sustancialmente a partir de las estrategias propias y muy definidas de los países de Europa del Este. Y esto obliga a reubicaciones que necesitan tener en cuenta el peso tan importante que juega en ellos el vínculo trasatlántico con los EEUU y la débil formulación en sus sociedades del discurso europeo y su significado democrático.

La Cámara europea nos ha sacado de una crisis que podía haberse convertido en estructural
Es posible que el significado de Europa no haya sido bien explicado

Paralelamente al ejercicio de ampliación, y como piedra angular de éste, la Unión Europea ha debatido y dado forma a su propio proyecto de Constitución, que acaba de ser ratificado por los jefes de Estado y de Gobierno. Aún así, necesitará ser aprobado, bien por referéndum ciudadano, bien por mayoría en los parlamentos nacionales de todos los Estados miembros para poder entrar en vigor. Y aunque se espera que esto se logre, es cierto que el proyecto europeo en su conjunto parece estar rodeado por diversas incertidumbres.

Es posible que el significado de Europa no haya sido bien explicado. Es probable que la distancia existente entre el ciudadano y el propio proceso de construcción sea demasiado grande. Y esto último, posiblemente, se encuentra en la base de los bajísimos índices de participación, que se repitieron en toda Europa, registrados en la última convocatoria electoral de junio de este mismo año. Con todo, el nuevo Parlamento europeo se constituyó con un halo de aparente debilidad en el triángulo institucional de Bruselas.

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Y en los últimos días, tras la escandalosa propuesta de Comisión Europea de Durão Barroso, se le acusa de haber provocado una crisis institucional sin precedentes. Sin embargo, lo cierto es que el Parlamento europeo nos ha recordado a todos que el principio democrático es importante en Europa, porque una Cámara conformada por la voluntad ciudadana puede parar los pies a un futuro presidente de la Comisión que tan sólo veía en el Parlamento un trámite burocrático en la conformación de su Colegio de Comisarios.

Al señor Durão Barroso se le había olvidado que no se puede imponer un equipo si la Cámara que representa a los ciudadanos europeos no es invitada a la negociación y no se cuenta con ella. Se le había olvidado que la palabra de los ciudadanos puede, a veces, llegar a tener más fuerza que las estrategias nacionales de los países amigos del futuro presidente del Colegio de Comisarios.

No sabía que, mayoritariamente, en Europa no gusta que quien vaya a ser comisario de Justicia considere a los homosexuales unos seres enfermos que viven en pecado o a las mujeres, ciudadanas de segunda. No había tenido en cuenta que la voluntad europea no aprueba que la holandesa Neelie Kroes, destinada a la cartera de Competencia, hubiera sido miembro de innumerables consejos de administración de empresas privadas. Tampoco recordaba que no gusta que Laszlo Kovacs, quien iba a ser comisario de Energía diga, despreciando al Colegio entero, que no sabe nada de la materia, y no se había percatado de que no suele gustar que quien iba a ser comisaria de Fiscalidad, la letona Ingrida Udre, esté inmersa en un procedimiento judicial en su país por malversación de fondos.

Y todo esto se lo ha recordado, y nos lo ha recordado a todos, el Parlamento europeo con absoluta nitidez. Han faltado algunos para hacerlo con más fuerza, como el grupo popular, con Carlos Iturgaiz y Mayor Oreja entre ellos, pero creo que, a día de hoy, la Cámara europea nos ha sacado de una crisis que podía haberse convertido en estructural para todo el periodo de legislatura europeo y para el proyecto en su conjunto.

Una Comisión débil con algunos miembros alejados del sentimiento europeo y sin un apoyo fuerte del Parlamento era lo peor que le podía pasar a la Unión en este tiempo de incertidumbres. Por ello, el ejemplo del Parlamento europeo se conforma como un momento para la esperanza, como un proceso de reafirmación de la idea de Europa en pleno cuestionamiento de ésta. Es como si de repente la voluntad ciudadana, conformada por última vez hace tan sólo unos meses, les hubiera dado toda una lección a los confiados miembros de la foto de las Azores, junto a Berlusconi y su estrategia Buttiglione, con la desconfianza en el proyecto europeo como telón de fondo.

Tras todo ello, ojalá hayamos aprendido para el futuro que el Parlamento europeo sí sirve para algo y que, en ocasiones como esta, incluso puede llegar a evitar una auténtica crisis.

Eduardo Madina es secretario general de las Juventudes Socialistas de Euskadi.

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