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Reportaje:TERRORISMO INTERNACIONAL

Una amenaza presente y en aumento

Las últimas detenciones revelan la fuerte penetración del terrorismo islamista en España, un territorio clave para Al Qaeda

Jorge A. Rodríguez

La última operación policial contra el islamismo radical, en la que en los últimos días han sido detenidas 31 personas en la calle y en las cárceles por idear un atentado contra la Audiencia Nacional, ha revelado en toda su magnitud la fuerte penetración del terrorismo islamista internacional en España, la interconexión entre todas las células contra las que se ha actuado y que llevar a los terroristas a la cárcel es más un problema que una solución. Las investigaciones posteriores al 11-M han revelado que decenas de hombres dispuestos a convertirse en terroristas estaban asentados en España -se llegó a hablar de 300-, divididos en grupos pero interconectados entre sí, y que muchos de ellos fueron vitales para la comisión de atentados como el 11-S, el de la sinagoga de Yerba (Túnez), el de Casablanca, el 11-M y otros que estaban en ciernes. Por ello la alerta es máxima y la orden es detener a los sospechosos a la mínima señal de que idean un atentado. "No podemos permitir que nos pase como el 11-M", insisten en el Ministerio del Interior, porque "la amenaza sigue presente y en aumento".

La investigación dejó claro que el 11-S fue planificado en España por radicales islámicos
Ante un panorama tan desolador, las fuerzas de seguridad están en máxima alerta
"No podemos permitir que nos pase como en el 11-M", insisten en el Ministerio del Interior
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Los servicios de información españoles (policía Guardia Civil y CNI) siempre habían adjudicado a España el papel de "centro logístico para Europa" del terrorismo islámico, en el que Valencia y Alicante habían jugado un papel fundamental. España se había convertido en una "antena" clave para conocer qué tramaban los terroristas islamistas, que desde el atentado de El Descanso -abril de 1985, con 18 muertos y 82 heridos- no habían actuado aquí.

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Todo cambió a partir de los ataques del 11-S contra EE UU, pese a que entre 1996 y ese año habían sido detenidas aquí 48 personas por presunta relación con el terrorismo islámico. Las investigaciones revelaron que España había jugado un papel indispensable en el 11-S y que, por ejemplo, Mohamed Atta, de 33 años, jefe del comando del 11-S, y Ramzi Binalshibh, de 31, coordinador del atentado, habían celebrado una cumbre en España en julio de 2001. Ese mismo año fue detenido en Alicante Mohamed Bensakria, quien supuestamente había montado un comando para atentar contra la catedral y el mercadillo navideño de Estrasburgo (Francia). Y cayó una célula salafista ligada a Nizar Trabelsi, detenido en Bélgica cuando iba a atentar contra la embajada de EE UU en París.

Pero la piedra de toque de la profunda penetración islamista fue la desarticulación, en noviembre de 2001, de la célula de Iman Eddin Barakat Yarkas, Abu Dahdah, a la que el juez Baltasar Garzón liga directamente con Osama Bin Laden. Barakat Yarkas sería, según fuentes policiales "el representante de Al Qaeda en España". A partir de ese momento, "todo cambió". "España dejó de verse como una retaguardia y se convirtió en vanguardia, un lugar en el que se podía atentar porque ya no se les dejaba tranquilos", añaden estas fuentes.

El problema era que, para entonces, ya había unos 300 radicales islamistas "potencialmente peligrosos" en España. El segundo problema, en palabras de un alto jefe policial, era el siguiente: "Ni podíamos detenerles, porque hasta entonces no habían delinquido, ni se podía vigilar a todos todo el tiempo, porque cada uno requeriría 20 policías para controlarlos las 24 horas". Pese a ello, entre 2002 y 2003 fueron detenidas 43 personas por pertenencia o colaboración con banda armada.

Entre ellos se encontraban el financiero de Al Qaeda para Europa, vinculado a un terrorista sirio español condenado a muerte en Yemen por el asesinato de una turista y planificar el asesinato del vicepresidente del país; un grupo salafista, con un teléfono móvil manipulado y dispuesto como los usados en el 11-M; o un español que estuvo en contacto con los autores del ataque suicida con un camión bomba contra la sinagoga de Yerba (Túnez), en la que murieron 19 personas en abril de 2002.

La amenaza se fue cerniendo sobre España, hasta que el 16 de mayo de 2003 se situó en el zaguán: 14 suicidas atacaban varios objetivos en Casablanca (Marruecos), incluida la Casa de España: 41 muertos y centenares de heridos. "Todas las alarmas sonaron, pero se dispararon cuando Bin Laden citó expresamente a España en una grabación difundida en noviembre entre los países amenazados y susceptibles de ser víctimas de atentados", subrayan fuentes policiales. Varios de los implicados en esos atentados residían en España, habían pasado por ella o se habían escondido aquí. La preocupación de los agentes encargados de combatir este fenómeno no se tradujo en planes concretos de prevención, que sí estaban activados por la constante amenaza de ETA.

Hasta que 10 bombas estallaron en cuatro trenes el 11 de marzo de 2003, dejando 191 muertos y miles de heridos en Madrid. Tras el primer día de conmoción, dolor y desconcierto, los agentes hallaron una pista en una bomba desactivada que les condujo a un nombre: Jamal Zougam. "Vimos que era terreno conocido, que se trataba de terrorismo islámico y que podíamos llegar hasta ellos", confesó un comisario en la comisión de investigación del 11-M.

Cuando introdujeron el nombre de Zougam en la base de datos, ésta cantó los nombres de la mayoría de los implicados, que habían sido investigados pero no pudieron ser detenidos porque no habían cometido delito alguno. En total fueron apresadas 66 personas por el 11-M, entre ellas simples traficantes de hachís o ladrones de coches que se habían sido radicalizados o los habían radicalizado hasta el punto de perpetrar semejante masacre. Pero al final, sólo 20 siguen en prisión y, a tenor de lo visto en los últimos días, tampoco la cárcel es solución.

La organización autodenominada Mártires para Marruecos, formada por Mohamed Achraf, había sido reclutada y creada en las cárceles con un reducido número de presos condenados por terrorismo y una inmensa mayoría de delincuentes comunes -un violador, un asesino, una veintena de ladrones y narcotraficantes...- con el cerebro lavado hasta el punto de querer suicidarse estrellando un camión bomba contra la Audiencia Nacional. Han sido detenidos 31 miembros del grupo, con lo que desde 1996 ya han sido detenidas 225 personas por presunta relación con el terrorismo islamista. ¿Y cuántos están en la cárcel? No llegan a cien. Y son un problema. Como se ha demostrado en la última operación, la capacidad de unos pocos de aglutinar a delincuentes comunes -a los que previamente sacan con regalos de su pobreza en las cárceles-, acaba creando estructuras piramidales capaces de reproducirse incansablemente mediante división celular.

Ante un panorama tan desolador y ante la constatación de que la amenaza sigue -el ministro del Interior, José Antonio Alonso, ha insistido en que las fuerzas de seguridad están en "máxima alerta"-, ¿qué medios se oponen? Los servicios contra el terrorismo islámico han aumentado, sí, pero aún no han llegado los casi 700 prometidos para CNI, Cuerpo Nacional de Policía o Guardia Civil (estos dos cuerpos tienen en total 150 agentes para asuntos árabes); el cuerpo de traductores de árabe es oficialmente de 49, pero repartidos por toda España... Por ello, la consigna es "pájaro que vuela, a la cazuela", según resume un veterano investigador. Es decir, ante cualquier sospecha de radicalismo, presión o detención y que decidan los jueces y fiscales.

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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