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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cita con la historia

Cuando los países fundadores de la Comunidad Europea (Alemania, Francia, Italia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo) suscribieron el Tratado de Roma en 1957, nadie podía imaginar que 47 años después, en la misma sala del Capitolio, representantes de 25 países firmarían un texto constitucional común. La construcción europea nació de la voluntad de superar una historia secular de guerras fratricidas. El logro colosal que se escenificó ayer significa también la superación de la última de las contiendas europeas, que fue la guerra fría. El tratado firmado en Roma no es perfecto, pero es el tratado posible. No es tampoco el punto de llegada, sino el de partida, para construir esta nueva Europa. Es deber de todos que no se frustre.

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El camino de su ratificación en los próximos dos años será largo y difícil. No se puede descartar el rechazo de alguno de los 25 socios actuales. Contando los nueve países ya comprometidos a votar el tratado en referéndum -incluida España-, y dos que están a punto, por vez primera más de la mitad de los ciudadanos de la UE podrán pronunciarse sobre un paso decisivo en la construcción europea. Es una recuperación de la idea de ciudadanía ante un texto que establece nuevos derechos derivados de esta condición, entre otros, el de poder forzar iniciativas legislativas con un millón de firmas.

El proyecto de Constitución dibuja así, junto a otros instrumentos, una Unión más democrática. No sólo gana poder el Parlamento Europeo, sino que en parte lo recuperan los parlamentos nacionales, que son aún la esencia de la democracia, al recibir más información de la UE y poder forzar a la Comisión a reconsiderar un proyecto legislativo si una tercera parte de ellos lo considera contrario al reparto de competencias entre la UE y sus Estados. El sistema de doble mayoría (55% de los Estados y 65% de la población) en las votaciones del Consejo de Ministros es otro factor de mayor representatividad de las decisiones colectivas.

También añade profundidad democrática la Carta de Derechos Fundamentales, que recoge los valores compartidos por todos los países de la UE, que quedan además vinculados por cláusulas de solidaridad diplomática y defensa mutua en caso de ataque terrorista. Su acción exterior se refuerza con nuevas instituciones e instrumentos, entre ellos un ministro europeo de Asuntos Exteriores y un servicio exterior común, que, junto al presidente permanente del Consejo Europeo, darán mayor visibilidad a esta Unión.

Está por ver si esta Constitución logrará el objetivo central de una mayor eficacia institucional con un sistema de decisiones excesivamente complejo, lleno de "frenos de emergencia" y de "aceleradores". Los problemas de Durão Barroso para la formación de su amplia Comisión son una prueba de las dificultades de gobernanza de esta UE con más miembros y competencias. Esta Unión deberá ser más flexible, pues no todos pueden querer o poder estar en todo. La nueva Constitucíón contempla precisamente nuevas posibilidades para que los que quieran puedan avanzar más en su integración y no verse frenados por los más lentos o reticentes en una Unión inevitablemente más diversa.

Finalmente, la Unión Europea tendrá personalidad jurídica, lo que le permitirá ser un actor pleno internacional. Y sienta por escrito lo que ya era hecho y casi derecho tras diversas sentencias del Tribunal de Justicia de la Unión: que la normativa comunitaria, en este caso la Constitución Europea, está por encima de las nacionales, aunque será motivo de disputa por parte de algunos tribunales constitucionales. En el caso de España, y aunque hemos vivido en esta situación desde el ingreso en las Comunidades en 1986, el Consejo de Estado ha advertido de que puede ser necesario reformar varios artículos de nuestra Constitución. En línea con estas recomendaciones, el presidente del Gobierno se mostró ayer favorable a una consulta al Tribunal Constitucional, y a reformar la Carta española si es necesario. Aunque esta reforma de la Constitución se aplazara para unirla a otras que se están planteando, es imprescindible que los ciudadanos españoles sepan a qué atenerse al respecto cuando se celebre, el 20 de febrero, el referéndum sobre el tratado firmado ayer en Roma.

España va a ser el primer país en ratificar la Constitución mediante el método nunca exento de riesgos que es un referéndum, lo que permitirá marcar una dinámica continental, como recordó Zapatero, que será positiva o negativa según el resultado. Será la primera vez que los ciudadanos españoles discutan en profundidad y voten sobre la integración en Europa, pues hasta ahora se han dado todos los pasos con un amplio consenso social, pero sin debate. No es bueno un europeísmo beato, incondicional o indiferente, sino crítico y convincente.

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