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Reportaje:EL FUTURO DE LA UE

La historia de un éxito

Para llegar a la Unión de 25 países y 450 millones de habitantes se han superado 11 etapas clave, con seis tratados y cinco ampliaciones

Carlos Yárnoz

La ciudad de Roma sumó ayer un nuevo hito de referencia y símbolo de la historia de Europa. En el mismo lugar donde hace 47 años firmaron el Tratado de la Comunidad Económica Europea (CEE) los jefes de Estado y Gobierno de seis países (Alemania, Francia, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo), ahora han sido 25 los líderes de otros tantos Estados los que suscriben el primer Tratado constitucional europeo. Semejante aumento en el número de socios decididos a avanzar en la construcción europea es ya toda una prueba del mayor éxito mundial de integración de Estados que quieren compartir moneda, fronteras, leyes y futuro para sus 450 millones de ciudadanos.

La prueba de ese éxito la constituye la aprobación y firma de esa primera Constitución europea, un logro en el que pocos confiaban hace sólo unos años y que supone el mayor avance hacia la unión política de la primera potencia comercial del planeta y la principal exportadora de valores democráticos.

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Para llegar hasta este día, Europa ha superado once etapas clave concretadas en seis Tratados y cinco ampliaciones. La historia comenzó en mayo de 1948, sobre los escombros de la II Guerra Mundial, cuando más de mil delegados de una veintena de países europeos se plantearon en La Haya nuevas formas de cooperación en Europa y apostaron por lanzar una Asamblea Europea. Exactamente dos años después, el 9 de mayo de 1950, Robert Schuman, ministro francés de Exteriores, planteó el proyecto de crear la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) al recoger una original idea del también francés Jean Monnet para compartir la gestión de los dos principales recursos de guerra.

Nació así en 1957 el Tratado de Roma para constituir entre los seis países fundadores un mercado común en el que, sólo 11 años después, ya habían desaparecido los derechos de aduanas para productos industriales a la vez que empezaban a concretarse nuevas políticas comunes en la agricultura y el comercio.

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En 1973 llegó la primera ampliación con Reino Unido, Dinamarca e Irlanda. Ocho años más tarde, llegaría Grecia y, en 1986, España y Portugal. Las reglas que se habían dado los seis fundadores ya no servían y además había que acomodarlas a los nuevos impulsos para fortalecer el proyecto. Así, y con el objetivo de desarrollar al máximo el mercado único, llegó en 1986 el Acta Única Europea que entró en vigor en julio del año siguiente. El final de esa década, sin embargo, situó la realidad por delante de los proyectos políticos. La caída del muro de Berlín en 1989 y la reunificación de Alemania al año siguiente alumbraron un nuevo Tratado, el de Maastricht, que dio vía libre a metas que marcaban el camino hacia más altas cooperaciones económicas y, sobre todo, políticas: la política exterior y de seguridad común, la unión monetaria, la ciudadanía europea o el espacio de seguridad interior y justicia.

Asomaba ya en lontananza la unificación de Europa derivada del nacimiento de nuevos Estados que recuperaban su independencia con la caída de la Unión Soviética. Austria, Suecia y Finlandia se adelantaron para no perder el tren y se incorporaron a la UE en 1995, a tiempo para participar en la negociación de un nuevo Tratado, el de Amsterdam, firmado en 1997 ya por 15 países. Nació ahí la figura del Alto Representante para Política Exterior de la Unión, precursor del ministro europeo de Asuntos Exteriores.

Eran los años en los que 10 países de la Europa Central y Oriental que habían estado medio siglo bajo la órbita soviética (Lituania, Letonia, Estonia, Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Rumania y Bulgaria) y otros dos mediterráneos (Malta y Chipre) reclamaban con insistencia su derecho a incorporarse a la Unión. Para acomodar la casa antes de una irrupción de tal calibre, la mayor de la historia de la UE, los jefes de Estado y Gobierno suscribieron en 2001 a marchas forzadas el Tratado de Niza. No satisfizo a casi nadie, pero al menos creó unas nuevas reglas de juego indispensables para acoger a los nuevos socios.

Para entonces, el club ya tenía listo el paso más impactante para sus ciudadanos y lo materializó el 1 de enero de 2002 cuando 12 países del club (todos menos Reino Unido, Dinamarca y Suecia) pusieron en circulación el euro.

Sólo tres meses después, la UE empezó a elaborar su primera Constitución. A finales de año, y también a marchas forzadas, se cerraban las negociaciones de adhesión con los 10 países candidatos que el pasado 1 de mayo integraban la quinta ampliación del club. Europa quedaba unificada.

En el que puede haber sido el año más fructífero de la construcción europea, los jefes de Estado y Gobierno pactaban el pasado 18 de junio el nuevo Tratado constitucional que se firmó ayer.

Pero el éxito del proyecto sigue atrayendo candidatos. Bulgaria y Rumania se disponen a incorporarse en 2007. Croacia, ya candidato oficial, abrirá la vía a sus vecinos balcánicos. Turquía se dispone a iniciar el año que viene las negociaciones de adhesión.

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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