"Quiero poner un toque de distinción"
Yeste, la nueva referencia del Athletic, atribuye sus cambios de imagen a los tiempos modernos
Fran Yeste (Basauri, Vizcaya; 1979) nunca ha pasado inadvertido. Desde muy niño se le adivinó madera de 10, del clásico interior zurdo -por lo tanto, problemático-, al que ha añadido dosis de excentricidad: "Creo que me he asentado como persona y como futbolista, pero siempre me gusta poner un toque de distinción", afirma. Primero fue su cabeza rapada; después, la cresta; más tarde, su exhibición de calzoncillos del Athletic -disparó las ventas de dicha prenda en las tiendas del club-; luego, unas extensiones rojiblancas en el pelo, y más adelante, quién sabe. "No es un acto de rebeldía ni me considero un rebelde", explica; "de pequeño, era muy travieso, pero no pueden interpretarse estas circunstancias como actos de rebeldía en absoluto". Entonces, ¿qué ha cambiado entre un Yeste acusado de licencioso en su vida personal y durante un año mudo con los medios de comunicación y el Yeste actual, tan expresivo en su look (imagen), en el césped y en su actitud pública?
"Me sentí mal porque se habló en exceso de mi vida privada. Por eso decidí callarme. Y las cosas me han ido mejor"
Expedientado junto a su amigo Del Horno por un asunto nocturno y no del todo aclarado -se saldó en el juzgado y con el despido de uno de los utilleros-, Yeste decidió romper su relación con la prensa. Cuando volvió a hablar, comenzaron sus cortes de pelo, sus excentricidades..., pero no perdió un gramo de peso futbolístico. "Me sentí mal porque se habló en exceso de mi vida privada. Es cierto que cometí algún error, pero ya pasó. Sin embargo, se seguía hablando y hablando de mí, algo que nunca he entendido. Por eso decidí callarme y dedicarme exclusivamente a jugar al fútbol, que es lo que tenía que hacer. Desde entonces las cosas me fueron mejor", asegura con rotundidad.
Efectivamente, Yeste firmó la pasada temporada su mejor curso con el Athletic. Por fin era el 10 esperado, autoritario y exquisito, rebelde como buen zurdo, pero más estricto de lo que solía ser en el campo: "Yo sé que el 10 del Athletic ha recaído habitualmente en jugadores que han sido un poco diferentes a los demás. Ahora lo llevo yo y no es que quiera seguir con esa rutina. Hago las cosas que me gustan y me va bien". Fiel a esa bendita maldición, Yeste tiene aficionados entregados y detractores absolutos en la grada de San Mamés. Como Txetxu Rojo, como Ander Garitano, como Panizo en otros tiempos... Cuando estrenó sus excentricidades, algunos cimientos de las viejas tribunas se removieron. Demasiado para un Athletic habituado a los comportamientos tradicionales. "No estamos en los años 80 ni en los 90", alega; "ahora estamos en una época de modernidad y Asier [Del Horno] y yo quizás seamos los que en mayor medida expresamos esa situación. Pero creo que eso es bueno. Somos los que estamos cambiando lo que ha sido siempre la rutina. Y eso es bueno".
Yeste y Del Horno han estado desde su debut en el ojo del huracán. Ahora ambos son internacionales, aunque el lateral ya ha debutado y Yeste se conformó con una gira turística por Santander y Vilnius (Lituania): "Sí, un poco de turismo sí que he hecho, ja, ja, ja... Pero ha sido importante. Luis [Aragonés] me dijo que sería bueno para mí y que no me enfadara si no jugaba. Agradecí que me convocara y la decisión de no jugar me molestó un poco, pero la experiencia fue muy buena".
De una timidez supina fuera del campo y una expresividad total dentro de él, Yeste ha bordeado el concepto metrosexual, que tanto impera -con apariciones en revistas de estilo y su colección de peinados que pudieran parecer un remedo de los de Beckham-: "No, qué va; nada que ver. Yo sólo intento hacer cosas curiosas, sin pasarme, y creo que está bien eso de cambiar de imagen permanentemente. No es nada más que eso".
Aquel niño travieso que exhibía unas dotes futbolísticas descomunales tuvo que pasar un año en la residencia del Athletic en la que se alojan los jugadores de otras provincias a pesar de residir en Basauri, a apenas diez kilómetros de Lezama, donde se entrena el club rojiblanco. "Quizás pensaron que en la residencia iba a estar mejor, rodeado de compañeros del equipo y de lo que es el mundo del fútbol", reconoce; "y me vino muy bien". Fue como una terapia porque todos los entrenadores que tuvo recuerdan su carácter difícil y alguna que otra travesura de chico díscolo.
Ahora, más sensato, más tranquilo, más excéntrico que nunca, se ha convertido en la principal referencia del Athletic, aunque nunca se sepa qué se puede esperar de él cada día.
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