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Reportaje:

Lucha de subsistencia

Un grupo de 25 emigrantes recibe clases de formación para trabajar como técnicos de turismo o serenos

Angelí Aliaga tiene 39 años y es peruana. Hace dos años que su marido y ella vinieron de Perú "porque allí la cosa está cada vez peor". A pesar de los meses transcurridos, Angelí no termina de adaptarse a España. Añora su vida al otro lado del Atlántico, a su familia y también su trabajo de administrativa en una importante empresa distribuidora. "Venir a un país a hacer mano de obra es muy difícil. En mi empresa en Perú yo tenía trato internacional y veía de primera mano la parte de importación y exportación. Aquí sólo puedo aspirar a trabajar limpiando casas o en la tierra", explica la mujer. Su cuñada, Mariela Díaz, cuenta el mismo caso. Se vino también de Perú con su esposo y sus dos hijos en busca de un futuro esperanzador. "Una coge fuerzas por los hijos. Yo ahora trabajo en un bar y he aprendido a hablar como los españoles y a encajar el ambiente, las costumbres y las maneras de decir las cosas tan directas. Aquí no se pide "permiso para nada", reflexiona Mariela.

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Implicación de administraciones

Tanto Angelí como Mariela participan desde esta semana y hasta el próximo mes de marzo en uno de los dos cursos de formación que tiene por objetivo mejorar la inserción laboral de emigrantes retornados que han regresado a España desde el año 2002. Los cursos, gratuitos, se realizan gracias a la subvención de 45.500 euros concedida a la entidad Innova Humana por la Secretaría de Estado de Inmigración y Emigración del Ministerio de Trabajo y el Fondo Social Europeo. Son 25 alumnos los que participan en los cursos de técnico en informática turística y Vigilante Nocturno-sereno. Los alumnos provienen de países como Argentina, Inglaterra, Venezuela, Perú, Suiza, México, Alemania y Australia. Sus edades están comprendidas entre los 29 y los 68 años, aunque mayoritariamente sobrepasan los 50 años. Este es el caso de Andrea Iglesias, que cuenta 60 primaveras. Con tan sólo 6 años se marchó de Salamanca con sus 11 hermanos y ahora está España "por la misma situación en la que se vieron mis padres obligados a irse Argentina", comenta. Andrea, que ejercía como profesora de artes plásticas en Argentina, se dedica a planchar ropa en Almería para unos jóvenes los fines de semana. "Yo estaba en la Congregación de Dolores Sopeña y no tenía recibos de sueldo. Ahora, aquí en España, no me dan pensión. Mi marido, que trabajó 18 años en Correos allá en Argentina cobra 300 pesos de pensión, unos 60 euros. Como es tan poco dinero mi hermano junta la paga de dos o tres meses y la envía aquí a Almería", describe Andrea. Ella, al igual que Mariela, Angelí y el resto de sus compañeros del curso confían en que su suerte les cambie a partir de marzo, tras concluir las clases. "Lo primero que queremos es aprender. A ver si cuando termine encontramos trabajo. Estamos muy contentos y agradecidos por hacer un curso en el que no pagamos nada", explica José García Pérez, que con 55 años y llegado de Argentina confía en ejercer de sereno por las calles de Almería dentro de cinco meses.

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