Madrid, otoño caliente
Los otoños calientes hacían referencia siempre a la cuestión social, las tensiones derivadas de la negociación de convenios y la aprobación de presupuestos. Pero este título sirve esta vez no para resaltar la temperatura social, sino la temperatura política de Madrid, que ya se anuncia calentito. Primero fue el congreso nacional del PP, que no ha servido para realzar ningún programa ni ningún liderazgo.
Quien piense que estamos igual que estábamos en verano se equivoca, porque el tiempo corre en contra de la solución y agrava el problema. La derecha no necesita una construcción ideológica para definirse. Un partido de derechas no es más que una conjunción de intereses en torno al poder. Pero cuando se pierde el poder, los intereses de unos estallan en contradicción contra los de los otros.
Para entender el enfrentamiento de Esperanza Aguirre y Ruiz-Gallardón no hace falta buscar diferencias ideológicas porque no existen, lo único apreciable son talantes personales. Ambos contendientes están de acuerdo, pero sin decirlo, en que el PP lo tiene crudo para reinstalarse en La Moncloa con los modos de oposición que Aznar (presidente de honor) les inspira; y ambos saben que en una travesía larga el líder, que con alguna opción de éxito dispute el Gobierno de la nación, no va a ser el actual, Mariano Rajoy. Si están de acuerdo en todo, ¿qué es lo que se disputan?
Sólo se disputan el poder en el PP madrileño para utilizarlo en sus respectivos lanzamientos a la política nacional para cuando se haya estrellado Rajoy con su segunda derrota electoral; y éstas que tenemos en Madrid se las tienen también los populares por Valencia, Extremadura y Galicia, donde dos barones territoriales aspiran a consolidarse para dar el salto. La retirada de la candidatura que promueve Ruiz-Gallardón no es más que la constatación del hecho. Los dirigentes tratan de cerrar filas para salvar los muebles (Asamblea y Ayuntamiento) porque no saben administrar una cosa tan normal en democracia como la concurrencia de las listas con dos programas. No saben porque no pueden y no pueden porque no hay dos programas. Habrá que contar también con lo que provenga de la justicia, porque muchos Yakolevs, Aves y Gescarteras no han pasado todavía por ningún tribunal, sencillamente porque han contado con el pararrayos de un poder judicial cómplice, último bastión que queda en la Administración del Estado.
La crisis de Izquierda Unida también anima la temperatura otoñal. Tiene de común con la del PP en cuanto que la disputa interna desestabiliza el mapa electoral madrileño, pero su génesis y desarrollo es bien diferente.
Aquí sí hay un problema de ideas, o mejor dicho necesitan ideas y no les basta con echar mano del catecismo comunista porque la "parroquia" se les queda sin feligreses. Renovación y comunismo son términos contradictorios para la ciudadanía y mucho me temo que la ciudadanía se desentienda de esta mêlée.
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