La doctora Sapofrita pasa visita
Una payasa de la fundación Theodora mejora el ánimo de los niños internados en el hospital Materno-Infantil de Granada
"¿Se puede?" La doctora Flora Sapofrita, jefa del servicio de Risología del hospital Materno-Infantil de Granada es muy educada y llama siempre antes de entrar. Pero también es un poco sorda porque dentro de la habitación, Adrián (de seis años) se desgañita pidiéndole que se deje de monsergas y pase de una vez. Esta doctora con nariz de payaso, que en vez de maletín arrastra un carro de la compra, saca de él a sus dos amigos. Paco, un muñeco de plástico azul, necesita que el niño le sople para poder pensar ideas que se escapan de su cabeza como pompas de jabón. Destellos, una rana de juguete que quiere participar en la fiesta, huye del bolsillo de la médico y salta por la habitación hasta que sube a la cabeza del chico que, a carcajadas, intenta echarla con una barita mágica.
Adrián, tocado con una gorra del revés que oculta los efectos de su tratamiento, está internado desde hace meses por una dolencia oncológica. Es uno de los 17 niños de la planta sexta de este centro sanitario a los que desde hace dos años esta doctora sonrisa de la fundación Theodora, visita cada martes por la tarde para mejorar su estado anímico y demostrarles que, a pesar de separarles de sus amigos y familiares, médicos y enfermeras sólo tratan de ayudarles. "Gracias a ellos cambia el miedo inicial con el que llegan", dice Francisco Pérez, subdirector médico del centro. Con sus juegos "los niños entienden que el hospital es un espacio de colaboración".
La que no colabora nada es Sandra, de diez años. El lunes por la tarde la operaron de apendicitis y ayer ya se había levantado de la cama. La doctora Sapofrita saca de su bata un enorme micrófono azul con el que trata de indagar en su vida privada. "A ver ¿a tí quién te gusta?", le pregunta la payasa con todo el descaro. "Nadie", responde Sandra, nada dispuesta a dar detalles. "Ah, claro, Nadie", prosigue Sapofrita. "¡Qué nombre tan bonito tiene tu novio!", bromea. Su madre vigila la escena apoyada en el quicio de una puerta. "¡No se le ocurra moverse!", le grita la doctora. "El hospital se podría caer".
Las enfermeras de Cirugía Infantil aseguran que los niños se lo pasan bomba con la doctora sonrisa. "Les hace flores y muñecos de papel y figuritas con globos. Los chicos no paran de reírse con ella", afirma María del Carmen, una de ellas. "Hace unas semanas uno de los niños se escondió y lo encontramos al cabo de un rato debajo de una cama", prosigue. "Le habían dado el alta, pero no quería irse".
Es precisamente a estas personas a las que Merche, el alter ego de Flora Sapofrita, agradece su ayuda cuando se enfrenta a situaciones difíciles. "Tengan en cuenta que trabajo con el dolor, la vida y la muerte", dice la payasa con tono de gravedad. "Esto es muy diferente a un espectáculo porque requiere información sobre los niños, psicología...", añade. La capacidad de abrirse a nuevas situaciones y no derrumbarse ante las malas noticias es fundamental, según esta doctora cuyo bálsamo, la risa, no tiene propiedades curativas, pero sí alivia.
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