La providencia
Hablo del Estado-providencia. Algunos se negaron a ver el Estado como dios, o poder absoluto, y los estatalistas inventaron un estado que en vez de ser el padre malo fuera la madre buena; en realidad, la cuestión se ha ido convirtiendo en un paternalismo, que amenaza siempre con abandonarnos. La madre se va con otro, imagen frecuente en la vida social, porque somos malos: nos cura si no fumamos, no bebemos; si compramos automóviles pero no corremos; si nos vacunamos antes de que tenga que curarnos la última gripe. Y si no hacemos un solo movimiento que le produzca gastos, y sí muchos que le den ingresos. "Es por tu bien", nos dicen al procurarnos una vida lóbrega. Como dice el padre que zurra, y que en realidad quiere limpiarse su conciencia del sadismo que le impulsa (del masoquismo que crea). Recuerdo cuando se luchaba contra la táctica de premios y castigos, y se fortalecía la del ciudadano responsable. Han quedado sólo los castigos. Quizá más que grave sea simbólico el sistema de piel de zapa del carné de conducir, que disminuye a medida que se usa mal, o sea cuando no se cumplen las normas del Estado-providencia. La copia de las religiones, o la copia de estado que son las religiones, tiene el mismo sentido: "Te lo doy todo -dice cada dios- a condición de que no lo uses". Aquí tienes una manzana, decía el Primitivo, pero si te la comes, sales de mi finca. No sé para qué puede uno querer una manzana si no es para comérsela. Ésta es la mujer, éste el hombre: se ve la diferencia, pero si tratáis de acoplarla y de que funcione esa maquinaria tan delicadamente inventada, os echo de aquí.
Se acabó el rey, se acabaron los totalitarismos, vino la democracia, y todo se convirtió en una nueva manera de prometer y ofrecer grandes cosas a condición de que no se usen. Por el trabajo te doy dinero: cada día un poco menos, o vale bastante menos; pero si tratas de que te dé más, nos arruinas a todos. Toma una pensión que no es mucho, para cuando envejezcas; yo te diré la fecha en que serás viejo a mi gusto, y te la cambio por el sueldo, que le daré a otro. Un par de ejemplos fáciles. Cado uno sabe lo suyo.
(Piel de zapa: traducción española de Peau de chagrin, novela de Balzac: uno compró una piel de asno que le concedía sus deseos, pero pierde tamaño a cada uno: cuando se agote, su propietario muere. Canallada de moralista: puedes tener lo que desees, pero si lo usas mueres. Miseria ética: sin piel de asno ni deseos cumplidos, morirás también).
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