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TERRORISMO INTERNACIONAL

Bensmail: "Celebro la muerte de los infieles"

El argelino que tenía nombres de etarras invitó a café por el asesinato de agentes del CNI

Jorge A. Rodríguez

El 2 de diciembre de 2003, el argelino Abdelkrim Bensmail estaba especialmente contento. Esa mañana, a las 10.30, un funcionario que estaba en el reparto de los cafés en los patios 5 y 6 de la cárcel asturiana de Villabona pudo escuchar claramente a Bensmail, condenado como miembro del Grupo Islámico Armado (GIA), invitar a sus compañeros de presidio a café y cómo proclamaba en alto: "Estoy celebrando la muerte de los infieles" tal y como un funcionario reflejó en un parte a la dirección del penal. Siete agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) habían sido asesinados en una emboscada en una carretera de Irak.

Bensmail era el brazo derecho de Allekema Lamari, el séptimo suicida de Leganés (Madrid), y ahora es una pieza clave de la red montada por Mohamed Achraf, quien planeaba volar la Audiencia Nacional lanzando contra el edifico una furgoneta bomba conducida por dos suicidas.

Los funcionarios de la prisión ya llevaban tiempo advirtiendo sobre la progresiva radicalización de Bensmail, a quien ahora el juez Baltasar Garzón le ha encontrado en el registro de su celda anotaciones para hacer explosivos como cloratita y amonal (utilizados por ETA) y los nombres de dos etarras presos en Córdoba: Henri Parot y Harriet Iragi. Igualmente, tenía nombres de personas en el exterior, algunos de residentes en EE UU, según fuentes policiales.

Los partes de prisiones indican que ya el 17 de octubre de 2003 Bensmail estaba cambiando de actitud. Ese día se registró su celda y se halló en su billetero "una cuchilla". El 8 de octubre, tras acudir a un vis-à- vis, el argelino se negó al cacheo de rigor. "Al día siguiente", escribieron tres funcionarios: "Cuando pasaba bajo el arco detector de metales escupió al suelo y cuando fue reprendido por ello manifestó su malestar por el trato racista y las leyes y reglamentos de la prisión que él", dijo, "pisoteaba porque la única ley que atendía era 'la ley de Alá'". Los funcionarios reseñaron "la alta influencia" que tenía sobre presos musulmanes, "a los que convence para que le donen ropas". Además, "conduce a todos a la religión fanática y hace que los internos pidan dieta musulmana, llevando el Corán todo el día bajo el brazo".

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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