"En España los anticonceptivos se usan poco y mal"
La percepción generalizada de que los métodos anticonceptivos cuentan ya con el rango de normalidad dentro de la sociedad española puede resultar engañosa. Así lo demuestran las estadísticas -en 2002, por ejemplo, aumentaron en un 10% las interrupciones voluntarias del embarazo- y así lo afirma Roberto Lertxundi (Bilbao, 1948), presidente de la Sociedad Vasca de Contracepción y del Comité Organizador del VII Congreso de la Sociedad Española de Contracepción celebrado esta semana en Bilbao. "En España los anticonceptivos se usan poco y mal", sentencia.
Los datos más preocupantes se sitúan además en la franja de edad entre los 15 y 24 años. Según los informes manejados en el congreso, en el que han participado 700 expertos de todo el país, cuatro de cada diez jóvenes no emplea ningún método anticonceptivo en sus relaciones sexuales. Además, Lertxundi alerta que, como señala un estudio de la Federación de Planificación Familiar, entre los que utilizan el preservativo, el sistema más común, el 33% lo hace mal. "Se apunta que lo que más se usa es el condón. Además de mal, yo creo que se utiliza menos de lo que se dice o de lo que reflejan las encuestas", insiste.
Cuatro de cada diez jóvenes no emplea ningún método anticonceptivo
Este hecho, sumado al aumento de la precocidad y de la frecuencia de las relaciones sexuales, halla en los embarazos no deseados de las más jóvenes una de sus consecuencias más negativas. De hecho, la mitad de las adolescentes en estado abortan, más del doble de la registrada a principios de los años 90.
La patente contradicción entre esta realidad y la de los avances en las técnicas de contracepción -con métodos como los parches cutáneos, el anillo vaginal o el DIU con hormonas- la atribuye a cuatro hechos. El primero, la "muy deficiente" educación sexual de la sociedad, plasmada en la ausencia de esta materia en la enseñanza. El segundo, la falta de información. El tercero, la ausencia de subvenciones a la mayoría de los medios anticonceptivos por parte de los sistemas sanitarios públicos, y, por último, una certeza. "Aunque se hagan todos los esfuerzos posibles, va a seguir existiendo una tasa de embarazos no deseados. En Holanda, el país más avanzado en este campo, se da en ocho de cada mil mujeres", advierte.
Lertxundi incide en la financiación de la sanidad pública de estos métodos y destaca el paso dado por algunas comunidades autónomas como Cataluña con la dispensa gratuita en los servicios de Urgencias y ambulatorios de la llamada "píldora del día después". "Debemos tener muy presente que su eficacia disminuye a medida que pasan los días. Por ello, conviene no poner más trabas de las necesarias. Creo que en el caso del País Vasco esto es aplicable. Si el principal problema es el dinero, no debemos perder de vista que el coste que ocasionan embarazos no deseados es mucho mayor", argumenta. Añade que, los gobiernos deberían ser conscientes de que los anticonceptivos hormonales y los tratamientos post-menopáusicos son los medicamentos "más utilizados por la mujer a lo largo de su vida", pese a lo que se hallan fuera de los sistemas de salud públicos.
La implicación más activa del hombre en la contracepción ha sido otro de los puntos relevantes analizados en el congreso. Un proyecto europeo ha comenzado el desarrollo de un producto equivalente a la píldora femenina, lo que Lertxundi denomina jocosamente "el píldoro", que podría estar disponible en 2008. Las dudas sobre la disposición del hombre a mantener un tratamiento continuo, el hecho de que no quedan en estado y la incertidumbre de la viabilidad comercial del tratamiento han frenado, en su opinión, la creación de un fármaco que se convertirá en "la prueba de fuego" para el sexo masculino. "Nos tenemos que preparar para dar el sí. En una relación no sólo se comparten los placeres, también se comparten los trabajos", subraya.
Su aparición generará a buen seguro un nuevo debate sobre los posibles daños a la salud de algunos de los métodos anticonceptivos, un miedo que aún se encuentra muy presente en parte de la población femenina. "Estos sistemas de contracepción son una medicación que acarrea unos efectos secundarios. Sin embargo, en un balance entre beneficios y posibles perjuicios, los primeros superan en mucho a los segundos. Además, lo fundamental es que su utilización debe ser personalizada y orientada por un especialista en función del estado de salud de cada mujer", recalca.
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