'Cuadros de una exposición', de Mussorgski
El País ofrece mañana, por 2,95 euros, un festival de música rusa con obras de Rimski-Korsakov, Mussorgski y Borodin
Había demasiada riqueza en la tradición musical rusa, tanto desde los cantos religiosos como desde las melodías populares, y algún día tenía que producirse el estallido. Los movimientos nacionalistas de la segunda mitad del XIX eran una invitación a recuperar lo propio, una reivindicación de la creación local frente a la dominación cultural por países extranjeros. En Rusia el movimiento no fue exclusivamente musical. Compositores y escritores iban en muchas ocasiones unidos de la mano. La necesidad de hacer algo universal con raíces geográficas y sentimentales propias prevalecía sobre cualquier otro tipo de tendencia. En música cristalizó con la creación del Grupo de los Cinco en 1862: Cesar Cui, Modest Mussorgski, Borodin, Rimski-Korsakov y Balakirev. Tres de ellos están representados en el libro-disco que se distribuye mañana con EL PAÍS. Las obras seleccionadas son de gran impacto popular y encajan en esa correspondencia afectiva que se produce musicalmente entre españoles y rusos. De Mussorgski se contemplan Cuadros de una exposición, de 1874, en la orquestación de Maurice Ravel de 1922, y Una noche en el Monte Pelado, de 1867, arreglada y reorquestada por Rimski-Korsakov en 1886. De Borodin es En las estepas del Asia Central, de 1880. Y de Rimski-Korsakov, Capricho español, de 1887. Todas ellas conforman un auténtico festival ruso, lleno de colorido y pasión. Las versiones de Karel Ancerl, al frente de la Filarmónica Checa, son de una gran brillantez en concordancia con la música, y proceden de grabaciones de entre 1964 y 1968.
En más de una ocasión a Mussorgski se le ha asociado espiritualmente con Dostoievski, entre otras cosas por el grado de espontaneidad salvaje con el que han afrontado sus creaciones. Son artistas excesivos en el mejor sentido de la expresión. Los artificios formales o los convencionalismos están fuera de sitio en sus planteamientos. La obra maestra de Mussorgski, la ópera Boris Godunov, es clarificadora al respecto. En la versión original de 1869 no había desarrollo sentimental al faltar un personaje femenino protagonista, y tampoco existía una concesión al ballet, tan de moda en la época. El tema primordial de la culpa y el remordimiento en la soledad del poder era cualquier cosa menos amable. La aspereza de algunas armonías y tratamientos del tempo sirvió de excusa a otros compositores, como Rimski-Korsakov y parcialmente Shostakovich, para "maquillar" la partitura -con las mejores intenciones, desde luego- haciéndola más "bonita" y ortodoxa en detrimento de su originalidad y en ocasiones rudeza. Cuadros de una exposición es, en sus orígenes, una composición para piano y, a semejanza de la ópera comentada, tampoco tiene un modelo de escritura pensada exclusivamente en función de las reglas convencionales o del lucimiento del intérprete. Los valores que importan son otros muy diferentes, y en ellos no faltan audacia e ingenio. La versión para orquesta sinfónica de Cuadros se debe al genio de los timbres: Maurice Ravel. Su dominio de la orquestación es de fábula y el resultado final, prodigioso, sin traicionar para nada las ideas originales de Mussorgski, pero dándolas un vuelo brillante que magnifica la obra hasta límites increíbles con un efecto cautivador inmediato. De hecho se interpreta bastante más la versión para orquesta que la pianística.
La idea de esta composición partió de una exposición póstuma de dibujos y maquetas del pintor Viktor Hartmann, amigo de Mussorgski y del Grupo de los Cinco. Mussorgski "visualiza" musicalmente los cuadros a base de impresiones sonoras, con un punto de vista descriptivo y, sobre todo, de una manera evocadora. La sujeción a los temas pictóricos es relativa y el compositor se muestra ante ellos con la libertad que le caracteriza. Las pinturas no van a estar necesariamente al alcance del que escucha la música, con lo que los posibles juegos asociativos se van a producir únicamente a través de sus títulos: El Gnomo, El viejo castillo, Tullerías, La plaza del mercado en Limoges, Catacumbas, La gran puerta de Kiev. Entre varios de los 10 cuadros contemplados se instala un tema musical denominado Paseo, que se hace sombrío en el recorrido de las catacumbas o se vuelve épico al integrarse en los sonidos que describen la gran puerta de Kiev. La partitura pianística de los Cuadros ha sido orquestada por varios compositores, además de Ravel, pero ha sido éste quien se ha impuesto por su maestría. La versión original de Noche en el Monte Pelado no fue ejecutada en vida de Mussorgski, siendo conocida mayoritariamente por la adaptación que hizo Rimski-Korsakov, con algunas modificaciones que limitan la fidelidad. Los valores dramáticos y expresivos de la obra se mantienen, en cualquier caso, con singular fortuna.
Borodin simultaneó la música y la química. El poema sinfónico En las estepas del Asia Central está dedicado a Liszt y fue compuesto para celebrar los 25 años de reinado del zar Alejandro II. Es una obra de naturaleza ilustrativa, con una importante presencia de temas melódicos rusos y orientales. Seguramente es su creación más conocida hoy junto a las danzas polovtsianas de El Príncipe Igor.
Rimski-Korsakov no estuvo nunca en España, pero escribió la suite orquestal Capricho español partiendo de una serie de melodías contenidas en la colección Ecos de España, de José Inzenga. "Los temas españoles, sobre todo de carácter danzante, me proporcionaron ricos materiales para conseguir efectos orquestales variados", escribió en su autobiografía. La obra es brillante, vistosa, contrastada, colorista. En realidad, como todas las contenidas en este libro-disco.
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