Fantasmas bajo el sol naciente
Se llama "tanka kyora" -loca poesía, nos cuenta Lafcadio Hearn- a los poemas que, en diferentes épocas, tratan de apariciones o fantasmas, aunque -a veces- un lector occidental pudiera no percibirlo, de no estar informado. Si leyéramos este tanka anónimo, de la recopilación Hyaku Monogatari (1853), ¿qué pensaríamos?: "En cuanto a la Mujer de Nieve, / hasta su mejor peineta, / si no me equivoco, es de hielo sólido, / y me parece que sus horquillas / también son de hielo". La Mujer de Nieve -o Espectro de Nieve, Yuki Onna- es en la tradición japonesa la aparición fantasmagórica de una bella mujer, cuyo abrazo trae la muerte al viajero.
El romance de la Vía Láctea es uno de los varios libros que sobre Japón y su literatura o sus sentimientos escribió un curioso y poliédrico personaje (bajito y casi ciego de un ojo), hijo de marino irlandés y madre griega, Lafcadio Hearn, que nació en 1850 en la isla egea de Léucade. Huérfano desde temprana edad y educado por una tía soltera, Hearn se convirtió en un periodista con profundas inquietudes culturales, trabajando en Cincinnati, Nueva Orleans y las Indias Occidentales francesas, antes de llegar a Japón, como corresponsal de un periódico norteamericano, en 1890. Allí se casó y se convirtió en alma y cuerpo al sentir de esa cultura que lo fascinó. Se nacionalizó japonés y fue catedrático de literatura inglesa en la Universidad Imperial de Tokio, hasta su muerte en septiembre de 1904. Por tanto, El romance de la Vía Láctea -de 1905- es una de las varias obras misceláneas de tema nipón que aparecieron póstumas.
Para muchos, sus dos mejores libros son Kokoro (en japonés "corazón", el sentimiento de la vida) de 1896 y Kwaidan, colección de cuentos fantásticos tradicionales narrados por Hearn y que apareció en 1904, poco antes de su muerte. (Que los japoneses se identifican con el libro lo demuestra la excelente película de igual título que hizo en 1964 Masaki Kobayashi). El romance de la Vía Láctea, empezando por el relato de la leyenda de amor de Tanabata e Hikoboshi (en japonés la Vía Láctea es el Río del Cielo) y siguiendo por los mitos fantasmales de los poemas kyoka (el poder mágico de la zorra, el sapo, la cabeza cortada o el ruido de los terremotos) nos conduce a dos cuentos fantásticos y al relato -verídico- de la ascensión del propio Hearn a la cima del célebre monte Fuji, que le hace bueno un antiguo proverbio en haiku: "Visto de cerca, / el monte Fuji / no responde del todo a las expectativas".
Casi siempre de procedencia
china, pero perfectamente adaptadas a su propia idiosincrasia cultural, las leyendas y la poesía fantasmal son lo más seductor de la recopilación que aúna el ensayo, la poesía (hay muchos poemas traducidos) y el relato. El romance de la Vía Láctea, en traducción de Pablo Inestal, se editó en Espasa en 1921. Este tomo reproduce, pues, aquella edición, pero quita algunas cortas piezas finales, que son sustituidas por Fuji-No-Yama, el aludido relato de la ascensión al Fuji, publicado originalmente en una revista, y que, con todo (Hearn fue siempre un escritor cuidadoso de su hacer y estilo) no es lo más interesante del conjunto.
Vale la pena acercarse a Lafcadio Hearn, escritor anglojaponés. Desde nuestra sensibilidad occidental nos lleva a una cultura muy distinta y dentro de ella (que aún se nos muestra entre geishas y samuráis) nos adentra en su sesgo más hondo y misterioso, parte de la herencia animista que no desterró el budismo.
El romance de la vía láctea. Lafcadio Hearn. Traducción de Pablo Inestal y José Antonio Bravo. Barataria. Barcelona, 2004. 166 páginas. 12,50 euros. Kwaidan. Lafcadio Hearn. Traducción de Carlos Gardini. Siruela. Madrid, 2004. 184 páginas. 15 euros.
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