"Le doy a Camarón la mayoría del premio"
Lleva casi 80 conciertos desde febrero y dice que está "medio loco y muy tocao", pero mantiene una rapidez de cabeza y de dedos que asusta. Verle y oírle tocar es un fenómeno casi incomprensible, como si dentro de la guitarra Paco de Lucía (Algeciras, 1947) llevara escondida a la Sinfónica de Londres. Hoy recibirá el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, el primero concedido a un artista flamenco, "esa música tan relacionada por muchos con el malvivir de los gitanos"; ayer, pese a su alergia a las entrevistas, aceptó hablar un rato con este diario en la habitación de su hotel: "Soy un enfermito de la perfección y siempre he pensado que lo que hago no vale nada. Pero de tanto decirme que toco bien, con la edad voy empezando a creérmelo".
"¡A ver si el premio ayuda a que los flamencos llenen un poco la nevera, que ya va siendo hora!"
Pregunta. Cuando le dieron el premio dijo que reivindicaba una música maltratada.
Respuesta. Sí, y lo mantengo. Pero esto es el principio de una relación mejor. Significa que las instituciones escolásticas, oficiales, han crecido por fin y empiezan a valorar esta música que no ha ido nunca a la escuela, que surge de otro sitio, de la emoción. Es un gran paso adelante que el jurado se liberara de la rigidez de pensar que el flamenco es la música del lumpen, de la taberna. ¡A ver si el premio ayuda a que los flamencos llenen un poco la nevera, que ya va siendo hora!
P. Igual sirve además para que se empiece a enseñar algo de flamenco a los niños...
R. Sí, aunque no sé cómo podría hacerse, porque el flamenco se aprende como lo aprenden los gitanos, en familia, oyendo a los hermanos, los padres y los abuelos... Pero por lo menos unas instrucciones básicas podrían darles, y luego que cada uno se busque la vida y las borracheras.
P. Pero si el flamenco ya no es de noche...
R. Cada vez menos. La noche fue muy importante en una época, nos íbamos a una venta, comíamos un pollo, bebíamos vino y pasaban cosas mágicas. Ahora hay un sentido de la competitividad muy fuerte, la gente se pone muy tensa... La droga ha influido mucho en eso. La cocaína pone a la gente muy nerviosa. El vino era otra cosa, por algo lleva miles de años ahí. La coca lo único que hace es poner unas colas larguísimas en los baños, y a todo el mundo loco por irse a otro sitio, es un estrés horroroso. Esperemos que nuestros hijos aprendan de nuestros errores...
P. ¿Qué pensaría Camarón si le viera hoy aquí?
R. Estaría muy orgulloso, los dos hemos hecho mucho por reivindicar esta música, pasamos muchas fatigas, siendo niños y ya no tan niños. Si me hubieran dado el premio estando él vivo hubiera impuesto de alguna forma que él viniera, lo hubiera compartido con él, me hubiera dado vergüenza ganarlo yo solo. Camarón ha sido muy importante en la evolución de esta música, y aunque ya no esté le doy la mayoría de este premio, por lo menos un cincuenta y tantos por ciento. Todavía lo echo de menos cada día.
P. ¿Y sus padres, qué cree que pensarían?
R. Serían los más felices del mundo. Mi padre sufrió mucho tocando la guitarra por 20 duros para desayunar, y aunque era un hombre muy optimista no hubiera imaginado un premio así, tan serio, de tanto rigor, que no se da por salir en las revistas o la tele, sino que distingue a gente que se encierra en un cuarto o un laboratorio para tratar de ayudar a otra gente.
P. Quizá eso sirva para que el país pierda el miedo al flamenco.
R. Sí, seguro que va a ayudar a resolver un poco esa ignorancia, que, por cierto, no se da sólo en España. Si te fijas, en todos los países que tienen folclores ricos, los músicos están tiesos y tienen el frigorífico vacío. Brasil, Cuba... Es como si sintieran vergüenza, todos adoran a los rockeros americanos, pero a los suyos no los tienen en cuenta.
P. Exceso de cercanía...
R. Sí, como decía un vecino mío de Algeciras: "¿Ése cómo va a tocar bien si yo lo conozco de chico y tenía la cabeza llena de granos y mi madre le quitaba el hambre?". Ése es el sentir general, y aquí se multiplica con dos racismos: primero, hacia los gitanos, que han estado siempre marginados porque nosotros no hemos sabido respetar sus tradiciones y hemos querido adaptarlos a nuestras dictaduras y a nuestras democracias; y segundo, hacia Andalucía, que ha sido siempre muy pobre.
P. Pero el flamenco ya no es un folclore.
R. No, no, es una música especializada y muy sofisticada. Yo he visto a músicos tan grandes como Miles Davis o Chick Corea volverse locos con el flamenco y no poder con él. Y muchos profesionales tampoco se enteran. Corea siempre decía que en el mundo hay cinco músicas: el jazz, el flamenco, Cuba, Brasil y África. Y era un tío muy serio, le gustaba mucho encerrarse en un cuarto a estudiar.
P. Así que el secreto es ése, estudiar.
R. ¡No queda otra! El listón está muy alto, ahí fuera hay unos músicos fantásticos... Aparte del genio, la facilidad y la educación básica de la niñez, para decir algo nuevo y sorprender te tienes que pasar todo el día dándole a la guitarra.
P. ¿Qué se siente cuando uno llena teatros y otros guitarristas flamencos no logran casi ni ser programados?
R. Pues que yo tengo una trayectoria distinta, que va precedida de un prestigio, y que la gente que va a verme piensa que decir en la oficina que me han visto les da prestigio a ellos también, y que realmente no me van a oír porque entiendan lo que hago, sino por lo otro. Pero si sigo tocando no es por dinero ni por fama, sino precisamente por eso, porque adoro el flamenco y quiero que la gente se dé cuenta de lo que vale.
P. ¿Le afecta que todo el mundo diga que es el mejor?
R. Yo soy un enfermito de perfeccionismo y siempre he pensado que no valgo; no me gusto nada, creo que lo hago todo mal, jamás oigo mis discos. Pero llega una edad en que pienso que estoy equivocado, que no soy objetivo, que tengo un problema en la cabeza, que no estoy capacitado para juzgarme y que los objetivos son los demás, y que si ellos dicen que toco bien, será verdad. Pero eso no quiere decir que yo oiga un disco mío y me emocione, eh. ¡Eso nunca!
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