Bush vence en la fiesta de Halloween
Las caretas del presidente se venden más que las del aspirante, un indicador que nunca ha fallado al pronosticar el ganador
John Kerry se dispone a luchar contra el peor enemigo al que puede enfrentarse un candidato presidencial: la probabilidad. Cualquier fórmula matemática basada en índices de probabilidad parece anticipar con cierta solidez la victoria del presidente, George W. Bush. Incluso los algoritmos más peregrinos, basados en acontecimientos que nada tienen que ver con los programas de los candidatos, favorecen al inquilino actual de la Casa Blanca. Bush también gana en número de máscaras vendidas para la noche de Halloween, un parámetro que nunca ha fallado en el pronóstico electoral.
El primer martes después del primer lunes sólo puede caer, como muy pronto, en el 2 de noviembre, como ocurre en esta ocasión. Así, por primera vez desde hace 28 años, la jornada electoral estará prácticamente pegada a la celebración de la noche de Halloween, el 31 de octubre. En su periplo por las casas a la búsqueda de caramelos, los adultos que acompañan a los niños acostumbran a disfrazarse como ellos, generalmente con menos rigor y todavía menos sentido del ridículo. Y su objeto favorito en años electorales es la máscara presidencial.
Las caras de George W. Bush y John Kerry se están vendiendo en cantidades enormes, más que en otros años electorales. Podría pensarse que la máscara más vendida indica cuál es el candidato más ridiculizado, pero, lamentablemente para Kerry, las estadísticas demuestran lo contrario.
Las caretas de Ronald Reagan siempre vendieron más que las de Jimmy Carter o Walter Mondale. George H. Bush vendió más que Michael Dukakis, pero mucho menos que Bill Clinton cuatro años después. Clinton volvió a ser líder de ventas en 1996, frente a las caretas de Bob Dole. Y, por mucho que tardara en certificarse el recuento de Florida, George W. Bush tenía más máscaras en la calle que Al Gore durante la noche de Halloween del año 2000.
Bush va a ganar a John Kerry este año. Lo anticipan todos los empresarios dedicados a la fabricación y venta de máscaras, que, a día de ayer, se reparten de esta manera: el 53% de las caretas vendidas son de Bush y el 47% de Kerry. "Nos quedan un montón de máscaras de Kerry, pero se nos están acabando las de Bush", se lamenta Greg Fulk, vendedor de la compañía de disfraces Morris Costumes y demócrata declarado.
Las tiendas 7 Eleven ofrecen tapas para los vasos de café con los nombres de los candidatos; en ese sondeo de clientes, Bush le saca un punto a Kerry, aunque ganan los que eligen una tercera tapa en la que puede leerse: "Voto independiente / Estoy indeciso / No me importa quién gane / Y a ti qué te importa". A esta predicción se suman otras basadas en elementos de todo tipo. Por ejemplo: un sondeo en el que sólo participan niños de entre 9 y 11 años ha acertado el ganador en las 11 últimas elecciones; este año gana Bush. Sólo una fórmula beneficia a Kerry: el historiador Larry Bartel cree que una parte de la población puede creer en su subconsciente que los desastres naturales son culpa del presidente. Los huracanes de Florida le pueden costar a Bush ese Estado. Y falta un elemento más: si el equipo de fútbol americano de la capital, los Redskins, pierde su último encuentro en casa, el candidato del partido que ocupa la Casa Blanca pierde las elecciones. El equipo juega su último partido en casa el 31 de octubre.
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