Muerte de un tibetano en Madrid
Mi hermano ha muerto como un tibetano en el Himalaya, pero en Madrid ciudad. Aunque, en buena ley, no ha sido exactamente así. Intentaré explicarlo: después seguramente de ponerse una sobredosis, debió de quedarse dormido en un punto incierto en la carretera que va de Fuencarral a El Pardo, cerca del poblado de Pitis. Murió, y allí permaneció su cuerpo expuesto a los elementos de la naturaleza durante cuatro meses y diez días, hasta que una gitana avisó a la policía de que en aquel lugar había un ser humano que parecía estar muerto. Esto es lo que nos contó la policía a mi madre y a mis hermanos cuando se puso en contacto con nosotros el pasado 10 de octubre.
Vuelven así los cuerpos a su origen, en un enterramiento a cielo abierto, y desde allí germinan nueva vida al fundirse con el aire y el sol, con la madre Tierra. Los tibetanos llevan a sus muertos a un pueblo concreto, en el que los cuerpos son troceados y esparcidos por el campo en ofrenda a las aves rapaces.
En el Anatómico Forense no parecía posible identificarle ni llegar a saber a ciencia cierta la causa del fallecimiento. Llevaba encima su ropa y su documentación, pero hacía falta algo más definitivo. Nos darán dentro de un mes el resultado completo de la autopsia, pero ya nos dijeron que no era sencillo para ellos deducir a partir del estado del cuerpo nada muy concreto, salvo que no había signo alguno de violencia. Al final, un hermano mío y su mujer vieron el cadáver y lo identificaron por un tatuaje que tenía en el brazo izquierdo. Fue todo amargo, lóbrego y desconcertante, de ambiente lluvioso, desapacible y oscuro como en las mejores películas de cine negro.
Nosotros habíamos hecho la denuncia de su desaparición a los tres días, antes no se podía. Dimos todos sus datos, su historial médico; durante estos meses nos hemos vuelto a poner en contacto con la policía varias veces, y nada. Mi hermano tenía 34 años y una prolongada trayectoria como consumidor de heroína y cocaína. También era un fantástico ajedrecista, masajista profesional, le gustaba practicar deportes de riesgo y escaparse siempre que podía a la montaña y la naturaleza. Mantuvo en su vida relaciones de amistad profundas y de amor, sublimes; cantaba y bailaba espléndidamente, y fue un ser exquisito, aparte de estar profundamente equivocado.
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