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Putin sella en China la paz de la frontera común

Pekín y Moscú fijan una línea divisoria de 4.300 kilómetros tras décadas de enfrentamientos

Cuando en los años sesenta y setenta China y Rusia se enzarzaron en violentos enfrentamientos por su disputada frontera común, el mundo temió que podrían desembocar en una guerra nuclear. El pasado viernes, la pelea sobre la línea divisoria quedó por fin zanjada. El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, y su homólogo chino, Li Zhaoxing, sellaron un pacto marcado de simbolismo en el Gran Palacio del Pueblo, en Pekín, en el que se fija la última zona que permanecía en discusión. El tratado forma parte de la serie de acuerdos políticos y económicos que han rubricado los dos países durante la visita de tres días que el presidente ruso, Vladímir Putin, ha realizado a su vecino asiático y que finalizó el sábado. Las relaciones mutuas se encuentran en un nivel "sin parangón", dijo Putin.

La alianza fronteriza "creará condiciones más favorables para el desarrollo saludable, estable y a largo plazo de la cooperación y asociación estratégica entre China y Rusia. Significa una importante contribución a la seguridad y la estabilidad de la región Asia-Pacífico y el mundo en general", señala la declaración conjunta realizada por Putin y el presidente chino, Hu Jintao.

Los dos dirigentes se han comprometido a hacer frente común en la lucha contra el terrorismo, a incrementar la comunicación y los intercambios en la esfera internacional, y a defender su visión multilateral del mundo y el papel de las Naciones Unidas.

Con el acuerdo que fija definitivamente sus 4.300 kilómetros de frontera común, Moscú y Pekín ponen fin a décadas de disensiones. En los años de máxima tensión, se estima que la Unión Soviética llegó a tener concentrados junto a la línea divisoria más de 700.000 soldados, frente a alrededor de un millón del lado chino.

Pero sobre las reuniones mantenidas entre los representantes de las dos potencias han destacado dos cuestiones claves de índole económica: los intercambios comerciales y la energía. China ha dejado por escrito su respaldo a Rusia para que acceda a la Organización Mundial de Comercio (OMC), al tiempo que la compañía rusa GazProm y China National Petroleum han sancionado un acuerdo para facilitar el suministro de gas al sediento gigante asiático. El primer ministro chino, Wen Jiabao, ha asegurado que su país pretende invertir 12.000 millones de dólares en Rusia para 2020. Quiere potenciar las inversiones en construcción de infraestructuras y la explotación de petróleo y gas.

Moscú se ha convertido en un socio clave para Pekín con el que saciar la bulimia de materias primas de su ferviente economía. Las importaciones chinas de crudo ruso crecieron un 73% el año pasado, hasta 5,25 millones de toneladas. El llamado imperio del centro produce 160 millones de toneladas al año, una cifra muy inferior a sus necesidades, y se prevé que este año compre en el extranjero el 40% de su demanda. Rusia es su cuarto mayor suministrador de petróleo detrás de Irán, Arabia Saudí y Omán.

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Sin embargo, la tercera visita de Putin a China como presidente ha arrojado poca luz sobre una de las principales demandas de Pekín: la construcción de un oleoducto que conduzca hasta su territorio el crudo siberiano. Japón y China están presionando a Moscú para que el tendido favorezca sus respectivas opciones. El Gobierno de Hu Jintao quiere que la conducción una la localidad rusa de Angarsk con la ciudad nororiental china de Daqing, mientras que Tokio pide que vaya desde Taichet al puerto ruso de Nakhodka, en el Pacífico. El Ejecutivo de Putin ha dado muestras últimamente de que se inclina por la opción japonesa, aunque algunos expertos consideran que la vía de Daqing sigue en pie. Otra posibilidad sería suministrar el petróleo a China por ferrocarril.

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