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El 'número dos' de la ultraderecha francesa cuestiona el Holocausto

Diecisiete años después de que Jean-Marie Le Pen valorara los campos de exterminio nazis como "un detalle de la historia", otro destacado ultraderechista francés, Bruno Gollnisch, ahonda en esta línea: "No hay un solo historiador serio que se adhiera a las conclusiones del proceso de Núrenberg", asegura el número dos del Frente Nacional, que pide una "discusión libre" sobre la amplitud de los campos de la muerte durante la II Guerra Mundial.

El ultra ha reaccionado así a una investigación sobre la Universidad de Lyón III como foco del ultraderechismo y de la defensa intelectual de los que niegan el Holocausto. Los investigadores, dirigidos por el historiador Henry Rousso, han concluido que los dirigentes de la universidad han tolerado ampliamente la expresión de ideas de extrema derecha, pero descartan que se haya convertido en un centro fascista.

Gollnisch, profesor de esa universidad, ha criticado el informe de referencia con palabras relativamente medidas. "Sin cuestionar las deportaciones", ni "las cámaras de gas", hay un debate pendiente "sobre la forma en que murió la gente", y esa discusión "debería ser libre", según el dirigente del Frente Nacional. Afirmaciones que han recordado el tono de Le Pen en 1987: "No digo que las cámaras de gas no hayan existido, (...) pero creo que eso es un detalle de la historia de la segunda Guerra Mundial".

Sucesión de Le Pen

El ministro de Justicia, Dominique Perben, ha instado a la apertura de diligencias contra Gollnisch por "negación de crimen contra la humanidad". Varias asociaciones piden su expulsión como profesor, que además se ha ganado la condena del Consejo de la región del Ródano -del que forma parte-, en una sesión donde los miembros de izquierda murmuraron el Canto de los partisanos mientras él protestaba contra el texto de condena. Gollnisch también es diputado del Parlamento Europeo, cuyo presidente, Josep Borrell, se ha mostrado avergonzado de semejante compañero de escaño.

París está lleno de recuerdos. En las tapias de la Escuela Militar, por ejemplo, hay una lápida que rememora a los 743 judíos que fueron concentrados en ese lugar antes de ser enviados al campo de exterminio de Auschwitz, en la primera razzia llevada a cabo en París por tropas alemanas, auxiliadas por la policía francesa, en 1941. Por toda Francia se extiende la memoria de las deportaciones, de forma que unas palabras no bastarán para borrarla de un plumazo.

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¿A quién beneficia, entonces, esta agitación? Para comprenderlo hay que fijarse en el hervidero de rumores que se vive en el Frente Nacional sobre el relevo de su presidente, Jean-Marie Le Pen, de 76 años. Aunque la sucesión del líder no está oficialmente abierta, Gollnisch representa al sector más tradicional de la extrema derecha, contrario al éxito mediático de Marine Le Pen, la benjamina del viejo caudillo, quien pugna por lavarle la cara al partido y hacerlo más presentable a la sociedad francesa.

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