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Columna
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Móviles

Ésta es sin duda la época de mayor intercomunicación de toda la historia, pero cada vez son más los que opinan lo contrario. Es decir, que vivimos en una sociedad completamente incomunicada, pero obligada por sus propias innovaciones tecnológicas a comunicarse de un modo enloquecido, feroz y vertiginoso. No es lo mismo. Una cosa es inventar un artefacto para responder a una necesidad y otra muy distinta, inventar la necesidad para darle una aplicación al invento. Y eso es exactamente lo que ocurre en el caso de la telefonía móvil.

Incluso en plena revolución industrial, durante la fiebre del taylorismo tan magistralmente retratada por Chaplin en Tiempos Modernos, las máquinas eran consideradas como un medio y no como un fin. Ahora sin embargo nos hallamos en una fase tan avanzada del capitalismo que se comienza por inventar la máquina y luego ya se verá a qué finalidad puede responder, dando por hecho que necesariamente ha de responder a alguna y ésta es en esencia la razón última de nuestra civilización: estamos abocados a las máquinas y no podemos tener gustos contrarios a sus funciones. Además los inventos tecnológicos se encabalgan unos con otros por un sistema de reproducción orgánico igual que lo seres vivos pero muchísimo más rápido. Las generaciones de series son algo así como el fordísmo aplicado a la procreación de la especie. Su objetivo es lograr máquinas cada vez más humanas, e individuos cada vez más mecánicos. La simbiosis perfecta.

No quisiera dar la impresión de ser una apocalíptica contraria al progreso y no tengo nada personal contra los teléfonos móviles, incluso reconozco su utilidad en ciertas situaciones, aunque el concepto de estar constantemente localizable me produce un pavor geológico. Pero por muchas razones trágicas, desde luego, todo el mundo gira actualmente en torno a estos aparatos que representan la muerte de la soledad poética.

Las empresas de telefonía móvil que venden más de 600 millones de unidades al año, son ahora mismo la industria cuyo producto se haya más extendido por todo el mundo. Hasta los tuaregs del desierto llevan móvil. Y como este sector ya no sabe hacia dónde seguir creciendo, ha inventado un teléfono móvil diseñado para llevar al cuello, que acepta la llamada automáticamente y que tiene forma de hueso porque está pensado para perros. Por otra parte la empresa británica Communic8 ha lanzado el Mymo, un teléfono muy sencillo para niños de cuatro años, y en Japón acaba de salir al mercado un modelo de tercera generación que incorpora a la pantalla del móvil una novia virtual con menstruaciones incluidas y fechas de aniversario que hay que celebrar con desembolsos nada virtuales. Pero la voracidad del sector no acaba aquí. La investigación sobre las posibles conexiones entre los móviles y los aparatos electrónicos caseros se halla en una fase tan avanzada que muy pronto se podrán mantener conversaciones de electrodoméstico a electrodoméstico. Y llegados a este punto, usted podría pensar que cuando todo el mundo esté conectado durante todo el día, llamando por el móvil a su perro a su coche o a su frigorífico, quedará por fin saturada la cuota de mercado. Pues no. Resulta que ya hay planes para descargar música y videos en medio de la noche, de modo que ni siquiera dormidos podamos dejar de usar el móvil. Ya lo ven ustedes, somos hijos de nuestra época, aunque a veces, francamente, una preferiría serlo de cualquier otra...

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