"Lo contrario del olvido no es la memoria, sino la verdad"
Un hombre pasa por el lugar de la entrevista y saluda: "Adiós, maestro". "Maestro lo será usted", responde sonriendo Juan Gelman, que el lunes dirigirá un taller de poesía en la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde a lo largo de este mes ha leído sus poemas de siempre junto a los que forman el libro que acaba de aparecer País que fue será. Radicado en México, Juan Gelman (Buenos Aires, 1930) encontró hace cuatro años, después de muchas pesquisas, a su nieta, nacida durante el cautiverio de su madre, secuestrada durante la dictadura militar junto al hijo del poeta y, como él, posteriormente asesinada.
PREGUNTA. Su nuevo libro contiene poemas poco optimistas respecto a su país, aunque el título habla de futuro.
"El tema de la poesía es la poesía. Por eso puede hablar de todo, incluso de amor, incluso de política"
RESPUESTA. Argentina es un país que muchos creímos que podría ser. Y no, no fue. El futuro se ve de un modo más realista. Claro que han pasado muchísimas cosas, y la no menor fueron la dictadura militar y el menemato. Eso hace que por un lado ciertas expectativas vayan caminando y por el otro que sea tan difícil como que caminen los muertos.
P. En algún verso habla de un país enfermo, sordo. ¿Es sólo un problema de los políticos?
R. Por supuesto que no. Y en eso me incluyo. La primera atacada por la dictadura fue la sociedad civil. En esa época muchos sectores cerraron los ojos. Y nació la frase: "Por algo será".
P. De la que hay un eco en el título del libro, ¿no?
R. En efecto. Hay una experiencia particular que me llamó mucho la atención. Cuando estaba con mi mujer averiguando el paradero de mi nieta, fuimos en Buenos Aires a ver el local en el que estuvo el centro clandestino de detención en el que estuvieron mi hijo y su mujer. Funcionó durante los primeros meses de la dictadura como un campo de concentración. Luego volvió a ser lo que es: un taller mecánico. Pertenece al mismo dueño. Hay como una sensación de continuidad. Por allí vimos a un vecino y nos acercamos a él. Tenía unos sesenta y tantos años y llevaba 35 en el barrio. Le pregunté si había notado algo extraño y aseguró que no, que nunca había visto nada raro. Uno de los supervivientes nos dijo que había habido simulacros de fusilamientos, que entraban y salían automóviles a cualquier hora. En tiempos de estado de sitio, con la ciudad desierta, y el señor no había notado nada. Durante la dictadura nadie había notado nada. Y si alguien lo había notado porque había afectado a un amigo o a un familiar de un amigo, la reflexión era ésa: "Por algo será".
P. ¿Y cómo se cura una sociedad que ha estado ciega?
R. Ésa es la gran pregunta. Yo creo que el único modo es la justicia. En Argentina no ha habido ni un solo caso de venganza tomada de mano propia. A pesar de que hay muchos represores perfectamente identificados que andan por la calle. Parece que ahora, con el nuevo Gobierno, va a haber un poco de justicia. La venganza no es el camino, el perdón, tampoco. Yo no sé en quiénes delegaron las víctimas la facultad de perdonar en su nombre. Ése es el camino y no el otro, el de tapar, el de suponer que no ocurrió, porque eso es un cáncer que late constantemente debajo de la memoria cívica e impide construir de modo sano. Para los atenienses el antónimo de olvido no era memoria, era verdad. Yo estoy de acuerdo.
P. ¿El duelo no terminará hasta que no se sepa la verdad?
R. Hasta que no se haga justicia la situación no cambiará. Debo decir que también hay familias donde el duelo está suspendido. No quieren admitir la pérdida ni indagar en la búsqueda de los seres perdidos. Tal vez ya no, pero durante años se dieron casos como el de una madre que todas las noches dejaba preparado un plato de sopa como cuando su hijo volvía del trabajo.
P. Cuando acababa de encontrar a su nieta dijo usted que los dos eran huérfanos. Ella de su padre y usted de su hijo.
R. La suya es una situación muy difícil. Mucho más que la mía. Porque ni yo alcanzo a imaginar lo que significa para una mujer de 23 años, que son los que tiene ahora, descubrir que le mintieron quienes habían sido sus padres y que quienes la engendraron murieron de un modo trágico. Ella estuvo al lado de la madre dos meses. Pero es muy valiente. Ahora está haciendo gestiones para recuperar su filiación y volver a apellidarse Gelman García.
P. ¿Cómo se enfrenta la poesía a todo eso? ¿Cómo se mantiene la confianza en las palabras?
R. Eso parece que es irremediable. Si uno no tuviera confianza en las palabras ¿en qué? Si una vaca tiene cuatro estómagos, o seis, las personas normales tienen muchos más, y un poeta debe de tener seis mil. Allí digiere todas las realidades, las dolorosas y las otras, que luego van a dar en palabras a través de caminos oscuros. Un poeta es como un animal: digiere, expulsa lo que tiene que expulsar y se queda con lo que le sirve de alimento.
P. Algunos dicen que tras el horror no se puede escribir poesía y otros, que es cuando ésta debe estar a la altura.
R. Yo no creo exactamente ninguna de las dos cosas. Adorno, como sabe, fue el que dijo que después de Auschwitz no se puede escribir poesía. Pero se tuvo que corregir, porque después de Auschwitz siguieron escribiendo grandes poetas. Paul Celan, por ejemplo. Se dice que el dolor o corta o es fuente de la poesía. Ni lo uno ni lo otro. Paul Celan era un gran poeta antes del nazismo. Y René Char, antes de la ocupación de Francia. Y hay poetas que no han sufrido gran cosa en su vida personal y siguen siendo grandes.
P. En uno de los poemas del libro dice que la poesía no produce frutos como un árbol, pero otro termina con el verso "Hijo, podés venir", como si la poesía fuera capaz de conseguir cosas que la vida ha negado.
R. Efectivamente, la poesía no produce frutos. La idea mesiánica de la poesía como camino para cambiar el mundo no es cierta. Pero en un poema todo lo malo puede cantar. Y cuando eso ocurre, ya pueden venir los dolores, que no van a enturbiar el poema.
P. Otro de sus temas es el amor. Después de todo lo que se ha escrito, ¿cómo evita uno caer en el diccionario de tópicos amorosos?
R. No sé. En mi caso, supongo que es porque estoy enamorado. En América Latina la revolución cubana fomentó una gran cantidad de poesía social. La mayoría era muy mala, consignas. Tal vez movidas por buenos sentimientos, pero consignas. Luego el péndulo se mueve y pasa a sospecharse de toda poesía de tema político y social. Pero el único tema de la poesía es la poesía, y por eso siempre digo que la poesía puede hablar de todo, incluso de política.
P. Y de amor.
R. Incluso de amor. Para comparar: desde Safo a la fecha se han escrito miles de millones de poemas de amor. Y aunque de ella sólo nos queda un poema completo y algunos fragmentos, la inmensa mayoría de los poemas amorosos no le llegan ni a la altura de las sandalias a Safo. El tema no es lo más importante. Lo importante es la expresión. Y lo que mueve un poema es esa obsesión por una vivencia que la imaginación interroga. Como la vivencia tiene mil caras, a saber qué se encuentra. Seguramente cosas insatisfactorias que no agotan la vivencia y que buscan el camino de su expresión. A veces se produce ese momento tan feliz en el que las tres cosas se encuentran: la vivencia, la imaginación y la expresión. Como decía René Char, el poema es la expresión de un amor realizado que se queda en deseo. Por eso la cosa sigue.
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