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Reportaje:

Orishas en el templo del dinero

Carlinhos Brown agradeció a la divinidad 'candomblé' el premio Cajagranada de cooperación

Recogió la estatuilla, soltó su discurso y, cuando todos aplaudían puestos en pie, Carlinhos Brown se sentó, agachó la cabeza en señal de respeto y juntó sus manos para orar. En medio del salón de actos de la sede central de Cajagranada, el músico brasileño invocó cantando a los Orishas (divinidades) del candomblé brasileño, la religión llevada a América por los esclavos africanos. Mediante una melodía grave y solemne, el percusionista de Salvador de Bahía agradeció así la concesión del premio de Cooperación Internacional que ayer le entregó esa entidad.

Con la naturalidad de un niño, Brown puso color a un acto en principio serio, al que acudieron los principales prohombres de la ciudad. "Los santeros y los espíritus me enseñaron que Dios es uno solo y que atiende a todos", les dijo el músico. "Pero no hay que morir por Dios o por el amor a los hombres, como dicen algunos, sino vivir por ellos", continuó Brown, que apostó por el "desarrollo sostenible local" como camino para llegar al desarrollo global.

Ese es precisamente el camino emprendido por él en su barrio natal, Candeal Pequeno, una favela de Salvador de Bahía a la que Brown se refiere como "comunidad". Como miembro fundador de la asocicación Pracatum, organiza actividades culturales (sobre todo musicales) y educativas con el fin de que la pobreza no lleve a los jóvenes a la droga o les empuje a coger un arma y ponerse a robar.

Esa labor, que Fernando Trueba recoge en su último documental, El milagro de Candeal, es lo que empujó a Cajagranada a entregarle los 24.000 euros del premio que, según anunció Brown, servirán para comprar furgonetas a una guardería de niños con cáncer y a un asilo de ancianos de Aracajú, al noreste de su país. "La mejor inversión son las personas con menor poder adquisitivo", dijo el brasileño para agradecer el galardón a la caja.

Una de esas personas es Alfonso Modesto, el panadero de Candeal e " inventor de los microcréditos", según el cantante, que le dedicó el premio. "Regalaba a los niños pan de azúcar y con sus poemas aprendí que el hombre debe morir cuando Dios quiera, no por la violencia o la guerra".

"No merezco nada por colaborar con otros humanos", dijo para despedirse Brown. Fue entonces cuando cogió su guitarra, cambió las palabras por la música y, en honor a su barrio, cantó Aldeia (aldea), uno de los temas que sonarán en su concierto de esta noche en el Palacio de Deportes.

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