La canasta subyuga al balón
Lituania es uno de los pocos países en los que el fútbol es algo secundario. El baloncesto siempre ha sido el orgullo nacional, bajo el dominio soviético y en los tiempos de la independencia. Hay motivos suficientes para ello desde hace casi 70 años. Si en 1937 y 1939 Lituania se proclamó campeona de Europa, ya en los ochenta sus jugadores copaban la selección de la URSS. Sabonis, Homicius, Kurtinaitis y Marchulenis perfumaban aquel extraordinario equipo que en los Juegos Olímpicos de Seúl 88 conquistó la medalla de oro. Un conjunto que se nutría de la fabulosa cantera de Kaunas, la segunda ciudad del país -a unos 100 kilómetros de Vilna, la capital-, sede del Zalguiris, campeón europeo en 1998. Restablecida la independencia en 1990, Lituania ha participado con un equipo propio en los Juegos de Barcelona 92, Atlanta 96, Sidney 2000 -bronce en los tres- y Atenas 2004 -cuarta- y es la vigente campeona europea.
Frente a semejante currículo, en un país de 3,5 millones de habitantes, el fútbol sólo es el pasatiempo de una minoría. Ocho clubes integran la Liga lituana por nueve la de baloncesto. La selección ocupa el puesto 111º en la clasificación de la FIFA y desde 1990 ha jugado 136 partidos, de los que ha ganado 36 y perdido 71. Su mayor hazaña fue un empate frente a Alemania, en Nuremberg, el 29 de marzo de 2003, en la fase de clasificación para la Eurocopa de Portugal.
Para el partido contra España, Algimantas Liubinskas, el seleccionador, sólo ha convocado a seis jugadores que aún residen en el país. El resto se reparte por Europa, sobre todo por la Liga rusa y la sueca. Al margen del delantero Jankauskas, ex de la Real Sociedad, que ahora se alinea en el Niza cedido por el Oporto, sus hombres más curtidos son Stankevicius y Danilevicius, que bregan en el calcio: en el Brescia y el Livorno, respectivamente. Lituania arrancó esta fase previa del Mundial con un empate en Bélgica (1-1) y luego goleó a San Marino (4-0).
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