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La nueva ruta de la cocaína amenaza el Mediterráneo español

Un informe policial alerta de la colaboración entre 'narcos' colombianos y magrebíes

Luis Gómez

El mapa de la delincuencia en la costa mediterránea española puede alterarse por el cambio de rutas de los narcotraficantes colombianos, que están desplazando sus redes hacia países africanos para desde allí introducir la droga en España en colaboración con organizaciones magrebíes del hachís. Un informe confidencial que maneja la Dirección General de la Policía alerta sobre estos planes y cita a países como Senegal, Mauritania, Gambia, Togo, Ghana y Marruecos.

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Desde puertos seguros en países sin infraestructura policial o proclives a la corrupción institucional, la droga llegaría a España a través de Marruecos, bien aprovechando las rutas del hachís, bien por rutas comerciales (contenedores o vehículos en transbordador a través del Estrecho). Esta novedosa colaboración entre colombianos y magrebíes preocupa especialmente a las policías de Europa y Estados Unidos por tratarse de países sensibles al fundamentalismo.

Si el arco mediterráneo concentra una buena parte de las organizaciones criminales en España, la llegada de una droga tan valiosa como la cocaína (el valor de un kilo de coca supera en diez veces el de un kilo de hachís) puede agravar mucho más la situación y atraer más delincuencia y violencia a un territorio ya de por sí saturado, donde están proliferando organizaciones que se dedican a robar la droga a los narcotraficantes. Esta nueva tendencia ha provocado, según el análisis policial, que organizaciones de origen gallego, habituales en el tráfico de cocaína, "atraquen en puertos de estos países sus embarcaciones" para evitar el control policial de las autoridades españolas.

Las estadísticas son suficientemente elocuentes sobre la importancia que tiene España en el tráfico de drogas. El año pasado, el 70% del hachís incautado en la Unión Europea se intervino en España, por el 50% de la cocaína. A nivel mundial, España es el primer país del mundo en intervención de hachís (el 50% del total) y el tercero en cocaína, sólo por detrás de Estados Unidos y Colombia y por encima de México.

Hay que tener en cuenta que el 84% de la cocaína incautada por las fuerzas de seguridad españolas el año pasado se intervino en alta mar y sólo un 16% en tierra. Otro dato resulta sintomático: 43.000 kilos de cocaína incautados entre enero de 2003 y agosto de 2004 se intervinieron como consecuencia del abordaje de 23 embarcaciones, la mayor parte en las inmediaciones de las islas Canarias. Algunas de estas embarcaciones apuntaban directamente a África, como el caso de la Operación Perla (julio 2004), cuyo destino era Togo, o el de la Operación Galloway (enero 2004), cuya carga iba a Ghana. Desde hace ya algún tiempo la cocaína se está introduciendo en España a través de barcos veleros, que se aprovechan de la falta de control en los puertos deportivos, muy numerosos en la costa.

Otros dos hechos confirman esta hipótesis de trabajo de la policía española. En diciembre de 2003, la Guardia civil de Algeciras, en una revisión rutinaria, descubrió 599 kilos de cocaína en un camión que transportaba pescado. Más recientemente, la policía detuvo en las playas de Chipiona una lancha que transportaba 1.200 kilos de hachís y 120 kilos de cocaína.

La importancia de esta operación no descansa tanto en la cuantía de la droga incautada sino en las características de la organización desarticulada: según confirmaban las escuchas, la organización colombiana había acordado con el responsable de la organización marroquí el envío de importantes cantidades de cocaína que tenían almacenada en Mauritania.

"Observamos que la coca iba empaquetada de la misma forma que el hachís, lo cual significa que a partir de ahora vamos a tener que empezar a abrir todos los paquetes", manifestó un inspector. Otra fuente policial destacaba que últimamente se estaban incautando pequeñas cantidades de cocaína en los envíos de hachís, "como si estuvieran haciendo pruebas".

El hachís dejó de ser hace años un negocio de grupos españoles para ser dominado por organizaciones marroquíes, las cuales han perfeccionado sus redes para introducir la droga en el mercado europeo apoyándose en las colonias magrebíes afincadas en Europa. Esa realidad ha ido dificultando la labor policial porque se trata de organizaciones cerradas, difíciles de penetrar, y no sólo por el idioma, que tienen su origen en Marruecos, donde las posibilidades de obtener información son nulas.

Aprehensiones en aumento

Las aprehensiones de hachís han ido aumentando de año en año, han pasado de los 440.000 kilos en 2000 a los 700.000 de 2003. Aunque estas cifras sean un síntoma de eficacia policial, no se descarta que sean también un indicativo de que esté aumentando la producción de esta droga en Marruecos, primer país productor mundial. Otro dato sustancial es la comprobación de cómo las vías de entrada de hachís se han diversificado, gracias a la utilización de lanchas cada vez más rápidas y con mayor radio de acción: en provincias como Almería, Huelva, Murcia y Valencia se han multiplicado las incautaciones. Y este año se han intervenido partidas importantes que han llegado hasta el propio delta del Ebro.

Al previsible incremento de la delincuencia en la costa mediterránea se une otra preocupación para la policía española: la dificultad para obtener información en el norte de África. A los expertos de Estados Unidos y el Reino Unido les preocupa especialmente que exista una colaboración entre colombianos y magrebíes en unos territorios sensibles al fundamentalismo y sin la adecuada infraestructura policial.

"Tenemos otro contrato en Mau"

Larbi B. era un ciudadano marroquí, un hombre de 35 años, al que le gustaba la buena vida en Marbella. Allí residía desde hace algún tiempo, donde se paseaba al volante de un Jaguar. Antes del verano estaba buscando una residencia más lujosa en la costa: estaba dispuesto a pagar un alquiler de 6.000 euros al mes. Larbi estaba convencido de que se le presentaban buenas expectativas en sus negocios.

Desde hacía dos años estaba siendo vigilado por la policía española por sus vinculaciones al tráfico de hachís, pero nunca llegaron a poderle involucrar en un envío de droga. La vigilancia tomó un nuevo rumbo cuando la policía detectó que se estaba relacionando con colombianos residentes en España.

Se produjeron las primeras entrevistas, una en Madrid y otra en Marbella, y las primeras conversaciones telefónicas para ir atando cabos. En ellas, sus interlocutores hablaban de hacer una prueba con 300 kilos de cocaína, como paso previo a una más extensa colaboración. Los colombianos le dejaron bien claro que habría más entregas. "Tenemos otro contrato más abajo, en Mau". Eso quería decir que disponían de más droga en Mauritania.

El primer envío estaba previsto para el 27 de julio pasado. Una lancha rápida de 20 metros de eslora y cuatro motores partió de Marruecos con 5.000 kilos de hachís y 300 de cocaína. Sin embargo, iniciado el trayecto, el piloto decidió dar media vuelta porque creyó escuchar el vuelo del helicóptero de Vigilancia Aduanera. Decidieron correr menos riesgos y dejar en Marruecos la mitad de la carga. Volvieron a intentarlo. En una playa de Chipiona (Cádiz) les estaba esperando la policía española.

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