Fotos de la pobreza
La cita de César Aira que Julián Rodríguez utiliza como epígrafe en su nuevo libro viene a resolver en cierta manera la incógnita que se abre cuando se acaba de leerlo. ¿Qué es Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás? Aira diría que es un diario, pero, siguiendo su cita, probablemente a condición de que de él nazcan novelas. Un diario es en cierta manera una novela en ciernes, o un poema o un drama o un ensayo, siguiendo a Aira. Esta indicación vale para quien esté especialmente interesado en saber a qué genero pertenece lo que ha leído. Pero a veces esta pregunta no tiene respuesta, mejor dicho, no tendría que tenerla. Tan cierto también como que a veces un diario podría no necesariamente terminar en ninguna novela (o poema o drama o ensayo). Incluso, en ningún diario. Por tanto pongamos que el tercer libro del escritor extremeño Julián Rodríguez (Ceclavín, Cáceres, 1968) es un texto con un alto grado de autosuficiencia, sin una estirpe reconocible, paria en su dibujo externo y enormemente contagioso en lo que a transferencia emocional e inteligencia psicológica se refiere.
UNAS VACACIONES BARATAS EN LA MISERIA DE LOS DEMÁS
Julián Rodríguez
Caballo de Troya
Madrid, 2004
171 páginas. 11,50 euros
Julián Rodríguez ya mostró
en La sombra y la penumbra (Debate) todo lo que puede dar de sí la contención estilística, el dominio de una escritura radicalmente refractaria a la ostentación, de la forma y los sentimientos. Con este mismo espíritu afronta el desafío de escribir un libro sin límites académicos. Unas vacaciones...
está compuesto de diez momentos (respetemos esta nomenclatura y no incurramos en la indelicadeza de hablar de capítulos o episodios o nada por el estilo) y un prólogo. Dicho prólogo es una introducción tonal, una cifra que nos indica el tempo y el campo humano que abarcará. Cada momento, a su vez, es una historia, o una reflexión. El autor traduce en ejercicio narrativo sus conocimientos estéticos, su familiaridad con el mundo de la fotografía, con filósofos de la fotografía, con teóricos (en discusión con Susan Sontag o Roland Barthes, en agradecimiento con Walter Benjamin, como para ponerle sal a una probable discusión). Y luego el paisaje de los seres queridos, el padre, el campo extremeño. Las fotos son objetos de un invite teórico, o si se quiere, de una especulación vital. Pero en dos momentos, las fotos adquieren sustancia física, se transfiguran en existencias de carne y sueños. La belleza de unos pobres amantes, que diría Vasco Pratolini. La pobreza (ah, la pobreza, que cantaría Saint John-Perse), una inclemente soledad y desorientación se apodera de otros seres que Julián Rodríguez rescata de un desván, la memoria de un desterrado del franquismo que el padre ayuda a que no muera. En una novela de Belén Gopegui, La conquista del aire, se dice algo así como "el narrador quiere saber y por eso narra". En Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás, el narrador se debate entre narrar o no narrar y dice: "Alguien querrá saber". No hay vocación oracular en este libro, pero de sus intensas páginas se desprenden multitud de pequeñas sabidurías, graves y luminosas señales de gente y cosas que nos ocurren.
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