A la caza del voto industrial
Desde los sesenta, los resultados del condado de Lehigh Valley, en Pensilvania, predicen quién ganará las presidenciales
Las referencias al apellido heredado por Teresa Heinz, la mujer del candidato demócrata, John Kerry, están omnipresentes en Pittsburg, Pensilvania. La capilla del campus universitario, el centro de convenciones, el museo y el estadio deportivo son conocidos con el nombre de la venerable familia, famosa por su marca de ketchup. Pero donde Kerry se juega las presidenciales frente a George W. Bush es en los pequeños núcleos urbanos como Bethlehem, Allentown o Easton, en el antiguo cinturón de la industria del acero, en el Lehigh Valley.
La comitiva electoral de Bush paraba el viernes en Allentown. No fue un alto en el camino casual. Sus habitantes son simpatizantes republicanos, aunque ganan por un estrecho margen a los demócratas. La nota la dio ese día la banda de música de la Parkland High School, al negarse a dar la bienvenida al presidente argumentando que querían ser neutrales. A pocos kilómetros de allí, en Bethlehem, su ciudad hermana, son los demócratas los que suman más adeptos. Su alcalde, el demócrata John Calahan, no fue invitado al acto, aunque no se siente ofendido. En Easton, la tercera ciudad del valle, hay empate técnico.
La rivalidad política que existe entre las tres pequeñas ciudades, separadas la una de la otra por apenas cinco kilómetros, es la plasmación real de lo que dicen las encuestas sobre el conjunto de Pensilvania y en todo EE UU. La media de los sondeos realizados en las últimas semanas muestra una ligerísima ventaja de Kerry (47%) sobre Bush (46%) en este Estado. De mantenerse, los demócratas revalidarán su cuarta victoria consecutiva después de las dos de Bill Clinton (1992 y 1996) y una tercera de Al Gore (2000).
Pensilvania lleva meses convertido en campo de batalla. Sus 21 votos electorales son esenciales para conseguir los 270 que se necesitan para gobernar en EE UU. Junto al de Ohio, Michigan y Virginia -que comparten el mismo problema de lenta recuperación de su sector manufacturero, sobre el que se sustentaba hasta ahora el grueso de sus economías-, suman 63 votos electorales. A los que hay que añadir 27 de Florida. Pero el Lehigh Valley tiene un signo distintivo: la reputación de ser una región cazapresidentes. "Somos muy independientes y el voto puede irse la noche electoral hacia uno u otro candidato con facilidad", señala Calahan.
Sus políticos cuentan que cuando John F. Kennedy se presentó a las presidenciales, en la noche electoral su equipo se empeñó en seguir los votos que iban saliendo de Bethlehem porque sería el reflejo de cómo iría el resto del Estado y del país. Un detalle que los jefes de campaña no pierden aún de vista. El presidente tejano ha visitado Pensilvania en 38 ocasiones desde que llegó a la Casa Blanca, el que más después de Tejas. Su oponente demócrata lo ha hecho una quincena de veces desde que en marzo se lanzara a la carrera presidencial.
El Partido Demócrata confía en que Kerry lo hará mejor que Gore, incluso en la capital, Harrisburg, donde Bush se impuso en 2000 y desde la que ahora gobierna el demócrata Ed Rendell. "Un presidente demócrata, un gobernador demócrata y un alcalde demócrata, ése es el trío que queremos conseguir el 2 de noviembre", afirma Tony Hannan, director de desarrollo económico en el Ayuntamiento Bethlehem. A favor de Kerry juega el impacto de la crisis económica en urbes como las del Lehigh Valley. Al contrario de lo que pasa en el resto del país, la economía es clave para los habitantes de Pensilvania (34%) a la hora de dirigir su voto, por delante del terrorismo (28%) y de Irak (19%).
Pero los republicanos no cesan en su empeño por ganar la partida a los demócratas. El discurso de Bush es machacón y acusa a la gestión de Clinton de ser la responsable de la destrucción de más de 200.000 empleos en la recta final de su mandato, sólo en el sector manufacturero, mientras alardea de haber "recuperado ya la mitad de esos empleos este año". No se percibe así en la calle. El 49% de los ciudadanos está descontento con la situación actual -cinco puntos más que hace un año- porque consideran que las medidas adoptadas por la Casa Blanca han penalizado a su industria.
Un día antes de que el presidente Bush se pasara por Allentown, la empresa de telecomunicaciones Agere Systems anunciaba el despido de 500 de sus empleados, el equivalente al 8% de su plantilla. Un nuevo mazazo para la economía de la ciudad. Jack Sea, presidente del Allegheny County Labor Council, explica que en Pensilvania se están destruyendo 22 empleos diarios en el sector manufacturero. Los que vuelven al mercado laboral lo hacen con contratos precarios y para trabajar en la cadena de distribución Wal-Mart o en McDonalds. "Si hacer hamburguesas es un trabajo manufacturero, a mi mujer se le podría contar porque me las hace todos los días", ironiza Sea.
"No veo ningún cambio a mejor", lamenta John DiFazio, representante sindical del castigado sector del acero en Pensilvania, que advierte de que si se sigue con las políticas actuales, "se acabará eliminando la clase media". "Eso no es cuidar el país. Es cuidar a los ricos", denuncia. Con el mensaje de optimismo de Bush tampoco coincide Stephen Herzenberg, director ejecutivo de Keystone Research Center. Dice que si la economía preocupa de cara a las elecciones, "las noticias no son buenas para el actual presidente". Y para hacer esta afirmación pone sobre la mesa una pila de estadísticas.
En Pensilvania hay un 1,4% menos de empleos que cuando empezó la recesión en marzo de 2001. Su sector manufacturero sigue metido en el agujero, con una destrucción neta de empleo de 151.600 puestos de trabajo (17,9%). Es el equivalente al 87% del empleo perdido en el sector durante la última década. Los salarios están por debajo de la media nacional, hay 1,38 millones de personas sin cobertura sanitaria, un 40% más que hace cinco años, y el nivel de pobreza entre los niños ha subido un 33,7% entre 2000 y 2003, un 22,1% en el caso de los adultos.Pero el discurso de la seguridad y el miedo de George W. Bush también cala entre el electorado indeciso, como señala el alcalde de Bethlehem. "La gente escucha y los demócratas de esta zona pueden votar a los republicanos si le dan razones".
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