_
_
_
_
_
Tribuna:BIENAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO DE SEVILLA
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Es duro ser un santo en la ciudad

La contemporaneidad da un pánico horrible en nuestra ciudad. Es cierto que Sevilla vive con una extraordinaria vocación de futuro, que sus empresas compiten en el mercado nacional e internacional y que su población es abierta y emprendedora, pero hay una completa indiferencia por la Cultura contemporánea por parte de todos.

Nuevamente surge una iniciativa para romper el estado de sitio respecto a la contemporaneidad artística, está costando algo más que el esfuerzo de quien la gestó, un encuentro para mostrarnos cómo es el mundo, qué motiva el espíritu creativo del hombre de hoy y provocarnos con ello un océano de incertidumbres -porque ¡ya esta bien de cómodas respuestas!-. Pero nuevamente surge ese miedo enquistado tan nuestro, que aflora cuando más necesario es encontrar medios para quebrar el tedio. Estábamos mejor cuando no pasaba nada. Solamente cunde el pánico cuando se intenta cambiar el ritmo de nuestra vida, eso ya lo sufrió Paco Molina, San Francisco Molina, cuando se hizo cargo de la exposición Pintores de Sevilla. 1952-1992 en el Real Monasterio de San Clemente. Es duro ser un santo aquí.

Desde que Juana de Aizpuru planteó la Bienal de Arte Contemporáneo de Sevilla se ha generado un debate en nuestra ciudad que no existía desde la fugacidad de los ilusionantes años ochenta. Es un debate abierto, en el que confrontan numerosos críticos (de arte y de taberna) sobre la necesidad de invertir en un proyecto cuya esencia radica en cuestionar los más elementales conceptos de sociedad, porque acaso no es eso el arte, sino ser fiel representante del momento que le corresponde vivir, cuestionando los modelos establecidos y generando otros modos de convivencia.

Puede que no estemos preparado para ello, pero éste es el mejor momento para hacerlo, para volverlo a intentar. Debemos tener perspectiva de futuro, dejar los anclajes que nos atan a un concepto de la vida uniforme, establecido previamente, sin sobresaltos. La BIACS considera que puede cambiar el ritmo de nuestro pequeño mundo, que puede cambiar nuestra historia. Este sueño es posible.

La BIACS es Juana dicen sus muchos detractores para denigrarla, porque molesta que la solitaria acción de una persona haya activado un proyecto en una ciudad negada al arte contemporáneo (una persona, no olvidemos, que ha hecho uno de los más intensos e importantes recorridos por el arte en nuestro país y, no por ello, se le ha reconocido con honestidad); lo ha hecho entre algunos empresarios, con algunas instituciones públicas y privadas y con el impulso de unos pocos espíritus libres.

La BIACS es un hecho aislado en una ciudad en la que nunca ocurre nada que tenga que ver con el cuestionamiento de lo artístico, con pocos francotiradores agazapados. Desde luego, se pueden cuestionar muchas cosas de la BIACS, gestada por su directora sin consenso; se trata de un proyecto propio y como tal lo ha dirigido y, extrañamente, está arropada por algunos que nunca han incentivado el coleccionismo artístico contemporáneo. Pero, desde lo cuestionable, también hay que aplaudir este esfuerzo, porque gracias al impulso de una persona, junto a un equipo de voluntarios y profesionales, la BIACS es un hecho y dará a la ciudad la oportunidad de cuestionar muchas cosas y, sólo por esto, es necesaria.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Ha habido artistas, de aquí y de allá, que la han repudiado hasta que se les ha repescado para el proyecto, ahora domesticados; galeristas que no han hecho mucho esfuerzo por participar; opiniones críticas con sus propuestas (parece que la más incómoda ha sido la de Cattelan, que ha suscitado la desgraciada respuesta de un patético Antonio Burgos poco juicioso) e instituciones muy conservadoras ante un proyecto que aún se cree utópico o viciado. Pero yo necesito ver qué es, cómo se plantean diversos problemas de adaptación artística y, sobre todo, necesito renovar el aire que respiro.

Si, dentro de muchos años, viejo y aburguesado, viera la misma ciudad, plana y decadente, en donde no ha pasado nada, salvo el tiempo, acaso no desearía haber intentado cualquier cosa por haber podido ayudar a cambiarla, a pelear porque surgieran la Bienal y otros debates, acaso no hubiera merecido la pena cualquier esfuerzo por haber encontrado otros caminos para edificarla.

Lo cambiaría todo por volver.

Paco Pérez Valencia es pintor.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_