_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sin cuartel

La arenga del recién nombrado presidente de honor, en el cónclave del PP, cumplió su doble cometido: apretar las filas de una militancia desmadejada por las derrotas, y apretarle el pescuezo a un Mariano Rajoy vacilón. El PP, que según afirman los más inocentes invocaba un baño lustral de democracia, ha regresado de golpe, todo tieso y más amargado que antaño, a los rasposos campos de esa derecha ultramontana, abrupta y convicta, que reniega de la funesta manía de recordar. Y se han observado todos los ritos, sin excluir el del sacrificio humano, tan propio de la caverna tribal: Ruiz Gallardón ha sido la víctima. Ruiz Gallardón, en una pirueta de rigor político e intelectual, hizo una breve tabla de autocrítica y dijo: En algo nos hemos equivocado. Pero qué osadía, en un partido donde la desmemoria es abono mular para la inflamación patria, y se menosprecia o se fulmina a quienes se sienten tentados por el debate y aun por el diálogo. Porque debate, diálogo y autocrítica son síntomas de debilidad. Cuántos miedos y viscosidades subyacen en el cónclave que se clausuró el domingo. Cuántos miedos y viscosidades y qué impotencia tan dramática se ha exhibido. Y que permanecen, ya indelebles, entre los escombros del territorio donde se levantó tanta mendacidad. Adiós, pues, a los proyectos de Rajoy de reconocerse en la realidad y en la soberanía ciudadana, que los puso fuera de juego. De un juego, que en la cancha del cónclave de exaltación y personalismo, ha cosechado un puro disparate. Y es que no dan para más. Si hace un par de semanas, Aznar, aupado ya a la hornacina honorífica de la presidencia ultraconservadora, revelaba, a sus estudiantes de Georgetown, que el espíritu de Al Qaeda invadió España con los moros de hace muchos siglos, su discípulo Ángel Acebes ha revelado a sus huestes que en el actual gobierno impera el espíritu del año 36. Con esta gente tan regresiva como temeraria no hay quien salga ni a la puerta de la calle. Y Aznar, aun sin cuartel, que sea más comedido en su dedicación profesoral. No se le exige que tenga mejor talante, pero si más talento.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_