El Madrid con menos gol

Nunca el Real Madrid marcó menos goles en las seis primeras jornadas de la Liga: cuatro. Teniendo en cuenta que jamás ganó el título con menos de diez tantos conseguidos en este periodo, el dato resulta tan alarmante como una sentencia. Un axioma que tiene mucho de alegoría y mucho de misterio. Precisamente, ahora que el Madrid se ha convertido en el club más rico del mundo, con unos beneficios anuales netos del orden de los 40 millones de euros y una caja que encierra una liquidez próxima a los 100 millones. Justo esta vez que en la plantilla figuran cuatro balones de oro -Ronaldo, Zidane, Figo y Owen-, cuatro delanteros de época, los mejores pasadores, los más guapos, los futbolistas más populares y atractivos del planeta, el equipo parece hundirse.

"Cuando fichamos a Zidane hubo quien dijo que jugábamos mejor sin él", alega Florentino Pérez en alusión a Owen

Decía ayer un alto cargo madridista que, ante la crisis, la táctica es "pinchar el globo". El optimismo, o la imagen de un optimismo a prueba de calamidades, era lo que emanaba de los dirigentes del club, con Florentino Pérez, el presidente, a la cabeza. Ante la adversidad de la situación, Pérez apareció en público para hacer cálculos entusiasmados, pronosticar trofeos y repetir sus ideas con la convicción de la primera vez. Así, recordó que en la temporada que el Madrid ganó la última Champions [2001-2002], a estas alturas de la Liga estaba en el puesto decimocuarto y con cinco puntos. Cierto. Hoy el Madrid está mejor clasificado -el décimo- y suma nueve puntos. Lo raro es que lleve cuatro tantos a favor y cuatro en contra. El Madrid de la temporada 2001-2002 era más fiel a sí mismo con 11 goles a favor y 12 en contra en las primeras seis jornadas.

"Este equipo siempre ha tardado en arrancar", decían los dirigentes ayer. "Cuando fichamos a Zidane hubo quien dijo que jugaba mejor sin él que con él", aseguró Pérez en Canal + para justificar la mala actuación del delantero británico Owen contra el Deportivo.

La derrota ante el cuadro gallego, la tercera en seis partidos, coloca al Madrid ante una estadística goleadora sin precedentes por su pobreza. Con cuatro tantos a favor, el más próximo que se encuentra en su historia es el de la campaña 1984-1985, que marcó seis con los chicos de La Quinta del Buitre en fase de conjunción. Aquel equipo alcanzó el séptimo puesto en las primeras seis jornadas y sólo fue capaz de terminar el quinto.

El último traspié fue igual de paradójico que todo lo que ocurre en el club. El domingo pasado, el Madrid jugó bien, pero perdió (0-1). Jugó bien, pero no marcó ningún gol. No pudo marcar ante el Depor más deprimido de los últimos cursos aunque el partido se jugó en el estadio Bernabéu y en el campo estuvieron Raúl, Owen, Morientes, Zidane, Roberto Carlos, Figo y Beckham. Todos famosos por marcar goles imposibles.

Dijo ayer Pérez, durante la presentación del libro Los Ángeles Blancos, de John Carlin: "Nuestro deporte es el menos predecible de todos". Lo dijo con cierto deje amargo en la voz. La crisis de resultados que atraviesa su equipo no es algo a lo que el presidente esté acostumbrado en el mundo de la ingeniería del que proviene. Más de una vez ha empleado ante sus colaboradores analogías entre el fútbol y los proyectos de obras para explicar cómo se debe gestionar una situación determinada. Pero en el fútbol, a la vista de los resultados, esas leyes no parecen regir.

Quizá nada explique mejor la situación del Madrid que las múltiples percepciones del vestuario. Allí los grupos se dividen básicamente en dos: los jugadores que ya estaban cuando llegó Pérez al club y los que llegaron con él. Entre los nuevos existen hombres integrados y resueltos, como Figo, y existen hombres desorientados, demasiado extrañados o demasiado faltos del sentido de la pertenencia para resultar decisivos ante los problemas que se presentan. Entre los veteranos predomina un cierto resentimiento ante el cambio. Son jóvenes más bien conservadores que miran con cierto escepticismo las ideas del presidente y consideran mayoritariamente que el equipo pierde solidez competitiva y espíritu de grupo desde hace tres años.

José Antonio Camacho, el técnico que decidió dimitir, se sintió abrumado, entre otros motivos, por la complejidad de la plantilla. Ni él ni los jugadores supieron cómo crear los lazos de solidaridad imprescindibles para tener éxito en el fútbol. Ahora le toca a Mariano García Remón propiciar el clima para que se generen esos compromisos internos y tiene el apoyo de la directiva.