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Reportaje:

Australia, como España

El terrorismo y la presencia militar en Irak centran la campaña electoral y amenazan con arrojar a los liberales del poder

Australia celebra el próximo sábado unas elecciones tan reñidas que prácticamente han paralizado el país. Todos los ministros están en campaña y en los ministerios y organismos gubernamentales nadie se atreve a moverse para evitar males mayores. La guerra de Irak, el terrorismo islámico y la inmigración enfrentan al primer ministro y líder del Partido Liberal, John Howard, con el laborista Mark Latham, quien se ha comprometido a que, si gana las elecciones, los soldados australianos enviados a Irak "volverán a casa por Navidad". Pero más que esa promesa, Latham, de 43 años, ofrece un Gobierno abierto al diálogo, frente al militarismo y la cerrazón de Howard, que sigue sin admitir públicamente que en Irak no había armas de destrucción masiva.

"Australia teme convertirse en la Suráfrica asiática", afirma un diplomático
El líder laborista se ha comprometido a retirar las tropas de Irak antes de Navidad

Se trata de un panorama con estrechas similitudes con el que presentaba España ante las elecciones del 14 de marzo y tras los atentados de tres días antes que se cobraron 191 vidas. El gran país continente no ha sufrido aún un 11-M en su propio territorio, pero sí en la cercana Indonesia, ya sea en forma de ataque terrorista a su embajada en Yakarta (en septiembre) como de matanza en Bali hace dos años. Casi la mitad de las casi 200 víctimas mortales de aquel atentado eran turistas australianos. La promesa de retirada de Irak acentúa el paralelismo.

"Está claro que Sadam Husein escondía algo", afirma Ron Forrester, candidato liberal a la Asamblea de Canberra, la capital federal, que también celebra elecciones, aunque una semana más tarde. El Gobierno federal lo forma una coalición del Partido Liberal con el minoritario Partido Nacional, que representa los intereses de la derecha rural más conservadora.

El territorio de esta isla continente equivale a 15 veces el de España y apenas cuenta con 20 millones de habitantes, de los que casi 13 están citados con las urnas. El voto es obligatorio, por lo que, como siempre, está garantizada una participación masiva. A seis días de la votación, los sondeos sitúan en tablas a ambos candidatos o con variaciones máximas de dos puntos que difieren según las encuestas. Así, Galaxy, da a la coalición gubernamental el 51% de los votos, y a los laboristas, el 49%. Sin embargo, de acuerdo a Newspoll, son los laboristas quienes lideran, con el 52% de intención de voto.

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Latham sostiene que el primer ministro, como su colega británico Tony Blair, debe pedir perdón por no haberse hallado en Irak armas de destrucción masiva, pero en estos últimos días de campaña y después del atentado contra la Embajada de Australia en Yakarta, que mató a nueve indonesios e hirió a otros 150 el mes pasado, Latham ha reducido considerablemente sus referencias a Irak. Entre la clase media australiana, y especialmente entre los votantes de más de 50 años, parecen haber hecho mella las acusaciones de Howard de que la propuesta de retirada de tropas de Irak daña las relaciones con Estados Unidos e invita a los terroristas a cometer un atentado de las dimensiones del sufrido en Madrid el 11-M.

De los 2.000 soldados australianos enviados antes de iniciarse la guerra, permanecen 850, aunque algunos de éstos se reparten en misiones de apoyo logístico entre Jordania y Kuwait. Según fuentes laboristas, si Latham gana las elecciones, los que volverían serían los 300 militares acantonados en Bagdad.

Howard, de 65 años, se ha erigido en aliado inquebrantable de George Bush, y de su guerra contra el terror, que asume como suya desde el atentado, hace dos años, contra una discoteca en la isla indonesia de Bali, que causó la muerte de 88 australianos. Latham no cuestiona las privilegiadas relaciones con Washington, pero destaca que no pueden estar sujetas a la sumisión, sino que deben establecerse bajo el principio de respeto entre "dos países soberanos".

El atentado de Yakarta desató entre la intelectualidad australiana el temor al excesivo belicismo de Howard. El primer ministro anunció la formación de una serie de escuadrones para lanzar ataques preventivos contra escondites en otros países de los terroristas que supuestamente pretenden atacar Australia. De inmediato, protestaron Filipinas, Indonesia, Malasia y Singapur. Latham, por su parte, arremetió contra la "irresponsabilidad" de una política que puede desatar una guerra con los vecinos sin tenerla prevista. "No existen ningunas garantías de que si atacas un país no se produzca una respuesta", afirma Kevin Rudd, ministro laborista de Exteriores.

Una política de emigración muy restrictiva y empeñada en mantener la primacía de la Australia de raza blanca hace que el país conceda una extremada importancia a su alianza con Occidente y profundiza las diferencias con los países de su entorno. "Australia teme convertirse en la Suráfrica asiática", dicen una fuente diplomática.

La obsesión por la seguridad y el alineamiento con EE UU de Howard, que lleva casi nueve años en el poder, ha dañado las relaciones con los países vecinos, especialmente con Indonesia y Filipinas, cuyos gobiernos, según Canberra, no luchan lo suficiente contra el "emergente terrorismo islámico".

Pero, conforme se acerca el día de la votación, los candidatos reducen el contenido de sus debates a la vida cotidiana. Latham, que lleva menos de un año al frente de los Laboristas, se ha empeñado en una campaña bastante populista que representa las aspiraciones de la clase media australiana, preocupada sobre todo por la educación, la salud y la reducción de los impuestos. "Como primer ministro, quiero estar en contacto con el pueblo australiano", declaró el lunes pasado al presentar su programa de Gobierno y prometer seguridad social gratuita para los mayores de 75 años. En Australia los beneficios de Seguridad Social son muy limitados, ni siquiera existe un permiso de maternidad para las mujeres que den a luz.

Nadie espera un vuelco masivo en uno u otro sentido, muy al contrario, se supone que serán los votos marginales los que den la victoria, y puede suceder que los laboristas sean los que obtengan mayor número de votos, pero no de diputados, con lo que no accederían al Gobierno. Por ello, los líderes están todo el día subidos en un avión para desplazarse por este enorme país y apoyar a sus candidatos. En Australia las elecciones son por circunscripciones y no por listas cerradas de los partidos, lo que obliga a los líderes a ir de una circunscripción a otra.

Con una población que envejece a pasos agigantados y una tasa de natalidad muy baja -el 1,3%-, la inmigración no ha jugado en esta campaña el papel vital que jugó en la de 2001, cuando Howard afirmó que no había aceptado dar asilo a los 700 iraquíes y afganos que se encontraban a bordo de un barco que se hundía porque habían tirado a los niños por la borda, algo que se demostró falso días después de que ganara las elecciones.

Los grupos de defensa de los derechos humanos instan a la formación de un nuevo Gobierno que cambie la política de asilo y acabe con los campos de detención de inmigrantes sin papeles, que pasan años en esos centros a la espera de la concesión de asilo o de su expulsión definitiva.

La mayor preocupación ecológica y la actividad de los grupos en defensa de una naturaleza con una flora y una fauna únicas en el mundo hacen muy probable que, por primera vez, Los Verdes irrumpan en el nuevo Parlamento. Los más optimistas señalan que podrían obtener hasta cinco senadores y uno o dos representantes de los 150 que tiene la Cámara baja federal. Se supone que lo que permitirá a Los Verdes entrar en el Parlamento será la captura de buena parte de los votos de Demócratas Australianos, un minúsculo partido de centro-izquierda que en la legislatura saliente no logró representación.

En estos días la campaña se ha ensuciado bastante. El Gobierno hizo público el martes un informe de 29 páginas en el que ataca las ideas de Latham y su trabajo como alcalde de Liverpool, un suburbio de Sidney. En el texto se presenta al líder laborista como errático en sus decisiones, "financieramente irresponsable", beligerante, autoritario y muchos otros adjetivos más. La respuesta laborista es que el informe revela que los conservadores "no tienen ni política, ni agenda, ni plan de futuro".

El laborista Mark Latham, junto a su esposa y su madre durante un mitin electoral celebrado en Brisbane.
El laborista Mark Latham, junto a su esposa y su madre durante un mitin electoral celebrado en Brisbane.REUTERS

Lluvia de millones sobre la campaña

En estos casi 10 años de Gobierno conservador de John Howard los datos macroeconómicos de Australia -la séptima economía del mundo- son muy favorables. La tasa media de crecimiento anual se acerca al 4%, la inflación es muy baja y el déficit presupuestario se controló tanto que terminó por convertirse en superávit. Howard tiene por tanto las arcas llenas para prometer la puesta en marcha de numerosos programas sociales que años atrás no dudó en suspender y de otros muchos con los que ensombrecer los compromisos laboristas. Una lluvia de millones riega su campaña, la más cara de la historia de Australia, que según Emma MacDonald, periodista de The Canberra Times, tiene un costo de 6.000 millones de dólares australianos (4.000 millones de euros). El gasto de la campaña laborista se cifra en 4.000 millones de dólares australianos.

La clase media, sin embargo, ha visto disminuir en estos años sus recursos al dispararse, como en España, el precio de la vivienda. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), los créditos hipotecarios representan el 57,3% de la economía australiana, lo que supone "un riesgo severo" para la buena marcha del país. El FMI advierte de las consecuencias catastróficas que una subida de los intereses podría tener tanto en la economía como en la población, con unos salarios lastrados por el peso de la deuda.

En estos últimos días de campaña, las intervenciones tanto de Howard como del líder laborista, Mark Latham, se han convertido en una especie de quién da más. Los conservadores acusan a Latham de prometer sin saber de dónde va a sacar el dinero, y los laboristas, a Howard de haber suspendido todos los programas sociales y educativos que ahora se manifiesta dispuesto a apoyar.

Aunque EE UU sigue siendo el principal socio comercial de Australia, la pujanza de las economías asiáticas fuerza a este país enclavado al sur del continente a incrementar sus intercambios en la zona, especialmente con China.

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