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LA CARRERA HACIA LA CASA BLANCA | La opinión de los expertos
Columna
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Un combate sin heridas graves

Por razones nocturnas, que no son del caso, he sufrido el debate televisivo dos veces. Una a través de la CNN Internacional y la otra mediante CNN+, con traducción simultánea. En la primera he visto cómo ganaba John Kerry, mientras en la segunda cómo se imponía George W. Bush. Luego he sabido que los sondeos inmediatos en Estados Unidos declaraban triunfante al senador demócrata.

No creo, sin embargo, que a los norteamericanos les haya parecido mucho mejor el candidato demócrata a partir del mensaje oral, sino especialmente, como yo he constatado, por la influencia de la imagen. En la versión de CNN+ no podía verse, ignoro el porqué, los visajes de los contrincantes cuando hablaba su oponente, ni tampoco, debido al sonido de la traducción, ciertos ruidos presentes y de significación. En el caso de los gestos, ocurría una y otra vez, que si Kerry escuchaba a Bush con el semblante sereno, invariable o integrado, Bush se exasperaba casi siempre con las alegaciones del otro. De esa diferencia se deducía que mientras el primero disfrutaba de una mente equilibrada, el segundo padecía síntomas de estrés. Kerry no daba muestras de peligrosidad, pero Bush colocándose al borde de la ira podía atacar. Y esto fue efectivamente lo que hizo en diversas ocasiones.

Kerry nunca apareció como un líder bien plantado ni Bush como un presidente para el porvenir
Mientras Kerry disfrutaba de una mente equilibrada, Bush padecía síntomas de estrés
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Se arrebató cuando Kerry aludió al fracaso de Afganistán y la inasequibilidad de Bin Laden y se impacientó cuando John Kerry repetía la necesidad de lograr alianzas internacionales, entre otros pasajes. Bush no parecía estar dispuesto para esas controversias y menos que nada para las mandangas de los aliados que habrían demorado interminablemente su ansiedad por la represalia bélica. ¿Consecuencias? Kerry no podía, por reparos patrióticos, propugnar el cese inmediato de la ocupación de Irak puesto que podría arriesgar su pretendida condición de combatiente y futuro comandante en jefe pero, como efectivas bombas de mano, fue soltando cifras referentes al espectacular presupuesto de la guerra, capaz de proporcionar formidables bienes sociales a niños, mujeres y pensionistas. Porque ¿no habría equivocado Bush su punto de mira? Tanto Afganistán por su directa relación con Al Qaeda, como Corea del Norte o Irán por su posible armamento nuclear serían los peligros que requerirían la máxima atención, según Kerry. Ensañarse con Irak lo juzgaba un error monumental, aunque no acababa de decirlo vigorosamente. Parecía, como le dijo el mismo Bush, que le importara más la gloriosa aprobación global, quedar bien ante el elegante concierto internacional, que los intereses nudos e intrínsecos de EE UU. Tan intrínsecos como el presidente.

De esta manera patriotera, Bush fue castigando a Kerry como a un lechuguino, mientras él, tejano que abominaba del mismísimo Tribunal de La Haya por no ser yanqui, tenía su corazón empotrado en el estómago de la nación. Así, Bush podría parecer provinciano pero era auténticamente de la localidad, mientras Kerry podría pertenecer a una civilización plurifuncional o multicultural como la mayonesa Heinz de la esposa. Pero, además, en la versión de la CNN Internacional, sin el sonido de los traductores, se escuchaba perfectamente el golpeteo de la mano de Bush sobre el atril en un significativo gesto de agresividad desplazada. Golpeaba a la madera para no golpear el rostro acorchado del oponente que, por otra parte, le sacaba un palmo.

En la versión de CNN+ las diferencias de estatura no contaron mucho porque, de una parte, las normas pactadas habían dispuesto una altura de 1,27 en los atriles y una distancia de tres metros entre ambos, de manera que las tallas tendían a igualarse para el receptor. No obstante, al aparecer el juego de las pantallas partidas, en CNN Internacional (no en CNN+) podía observarse que la mitad de la izquierda, correspondiente a Kerry, lo ocupaba enteramente su largo tronco, mientras, en el rectángulo de Bush, el 60% lo llenaba el mueble y su busto encorvado aparecía como un bulto en actitud de depredador. De hecho, en CNN Internacional pudo oírse con máxima nitidez los repetidos jadeos del presidente fuera porque había llegado enfermo de los bronquios o porque el debate, en general, le atascaba la respiración.

Finalmente, mientras de la parte de Bush las dificultades o las metas parecían sólidas y se disolvían o se conquistaban a base de fuerza y empeño visceral, del lado de Kerry la cuestión requería ductilidad, colaboración exterior y deseos de entendimiento. Por tales características, Bush lo calificó de inconsistente y por su relativa flexibilidad, de voluble. Bush estaba en el poder, hablaba desde el poder y conocía más entresijos de ese mundo. En consecuencia podía ganar en CNN+ con fuertes raciones de simpleza. Los datos adicionales de la versión original, especialmente visuales, debieron calar más en el espectador norteamericano e inclinarlo hacia Kerry en los sondeos de urgencia. Aunque Kerry, para concluir, no apareció nunca como un líder bien plantado, pese a la planta, ni Bush un presidente para el porvenir, crecientemente degradado por su carácter. Ninguno de los dos manifestó apenas sentido del humor en un país y en un tiempo donde es la forma de comunicación más eficiente, pero recurrieron, uno y otro, a la cálida cuestión personal. Así, el moderador de la emisora no era un profesional del periodismo sino Jim, y los dos evocaron las familias, la esposa y los hijos, para hacer ver que su mundo se halla constituido por elementos comunes a todo el mundo, ya que ningún presidente norteamericano debe parecer demasiado abstracto, intelectual o excepcional. Tampoco a ninguno se le olvidó mencionar un episodio cuerpo a cuerpo con la gente de la calle y, sin olvido posible, prendieron la difundida insignia de la bandera norteamericana en la solapa. Por supuesto hubiera sido escandaloso que alguno de los candidatos escogiera una corbata de algún color no inscrito en la bandera. El derechismo de Bush se centró en un azul aclarado para hacerlo más suave personalmente y el mínimo izquierdismo de Kerry se representó en un rojo denso para compensar cromáticamente el reproche de ligereza en las ideas. ¿Conclusión? Una representación sin argumentos graves, un combate sin heridas importantes, una decadencia política sin límites que ha devuelto el gran episodio del mundo a los huracanes, los monopolios, los actos terroristas y la inescrutable voluntad divina.

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