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Las tropas españolas protegerán un centro electoral en Afganistán

El jefe del batallón paracaidista confía en la disuasión para no tener que recurrir a la fuerza

Miguel González

Los paracaidistas españoles de Mazar-i-Sharif son los bomberos del norte de Afganistán. Una de las tres compañías que forman el batallón está siempre preparada para acudir en un plazo de seis horas a cualquier lugar donde se produzca un incidente en un área de 1.000 kilómetros, entre las fronteras con China y Turkmenistán, a petición de la ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad). Pero su jefe, el teniente coronel Francisco Javier Abajo, natural de Burgos, de 47 años, confía en no tener que apagar ningún fuego.

Su lema es: "Prevenir, para no tener que reaccionar". O en otras palabras: "Desplegarse donde se prevea que puede haber problemas y disuadir así al pirómano". El teniente coronel, que estuvo destinado en Bosnia en 1995, durante los bombardeos de la OTAN, cree que la situación aquí es "potencialmente más peligrosa", aunque por ahora se mantiene una calma que adjetiva como "tensa". El batallón, por requerimiento de la OTAN, está preparado para afrontar situaciones muy diversas, desde el "control de masas", con material antidisturbios, hasta "la defensa de una agresión con toda la potencia de fuego que podamos". Su armamento incluye "un poco de todo": material antidisturbios, morteros, misiles antitanque, ametralladoras pesadas o lanzagranadas.

No dispone de artillería, pero sí de "algo mejor", en su opinión: equipos de control aéreo del Ejército del Aire capaces de dirigir a los F-16 estadounidenses u holandeses que sobrevuelan Afganistán contra cualquier agresor que ataque a las tropas. "Ya lo hemos probado y los aviones se presentan a los pocos minutos", explica Abajo. Pese a ello, el batallón evita cualquier ostentación de fuerza. Patrulla con las armas pesadas cubiertas con fundas y apuntando al cielo: "Somos conscientes de que la población no quiere ver eso y nosotros no queremos enseñarlo".

La amenaza más peligrosa la representan los coches bomba, "un atentado que, aunque no vaya dirigido contra nosotros, puede afectarnos", indica el teniente coronel. En el norte aún no ha ocurrido, pero sí en Kabul, donde "los terroristas están consiguiendo que la gente se distancie de las fuerzas que están aquí para proporcionarle seguridad".

Ubicación secreta

La misión de los paracaidistas es asegurar la celebración de las elecciones presidenciales del próximo día 9. Para ello, toda precaución es poca. En Mazar-i-Sharif se instalará uno de los grandes centros electorales de recuento de votos, al que los soldados españoles darán protección. Su ubicación se mantiene, sin embargo, en secreto, para evitar que pueda ser atacado. Tampoco se ha hecho pública la sede de los más de 7.000 colegios electorales y las urnas se guardan escondidas para distribuirlas masivamente dos días antes de los comicios.

El compromiso del Gobierno es mantener el batallón durante 90 días, pero el teniente coronel no descarta una prórroga si fuese necesaria una segunda vuelta. "Estamos dispuestos a irnos a casa en cuanto acabemos, pero podemos aguantar hasta que nos digan", adelanta Abajo. Si se repitiesen las elecciones, al no obtener ningún candidato más de la mitad de los votos, los resultados se proclamarían el 5 de diciembre. "He pedido a mi gente que se prepare mentalmente para estar aquí hasta navidades. Si volvemos antes, mejor", afirma.

El proceso electoral se desarrolla sin que se haya completado el desarme de las milicias. En la provincia de Mazar-i-Sharif se han entregado algunas armas, pero no en la vecina Jawsjan. "Nosotros no tenemos la misión de desarmarles", explica el teniente coronel, "nuestra presencia sirve para que no hagan ostentación de las armas y no intimiden a la población". El nuevo Ejército Nacional Afgano acaba de abrir un cuartel en la ciudad, pero carece de armas pesadas. "No tiene potencia suficiente para enfrentarse a las milicias, pero tampoco tiene interés en ello; ambas partes quieren mantener el equilibrio".

Tampoco nadie, ni siquiera la OTAN, parece dispuesta a poner coto al cultivo del opio en Afganistán, que representa tres cuartas partes de la producción mundial. "Hay que ir paso a paso", sostiene Abajo: "Primero elecciones, luego estabilidad y después, represión del narcotráfico. Nosotros somos militares, no estamos preparados ni creo que debamos implicarnos en esa tarea. Nuestra labor es crear condiciones de seguridad para que se desarrolle el Gobierno afgano y puede acometerla. Pero es un problema muy complejo", advierte: "Mucha gente se financia con eso, y no sólo los terroristas, también algunos gobernantes locales, al menos en el norte".

Casi el 20% de los miembros del batallón, 93 de 500, son extranjeros con nueve nacionalidades distintas, la mayoría ecuatorianos y colombianos. Nunca antes se había enviado un contingente con tantos inmigrantes. "Se han integrado muy bien", explica su jefe, "tienen sus peculiaridades, pero estoy seguro de que sienten la bandera española igual que nosotros y el objetivo de la mayoría es conseguir la nacionalidad después de tres años de servicio en el Ejército". Si la proporción de extranjeros siguiera aumentando, concluye, "la misión no cambiaría, pero es posible que sí lo hiciera la imagen que España quiere transmitir al mandar sus tropas".

José Bono saluda a un miembro del Ala 35 de la base de Zaragoza durante la visita a Manás (Kirguizistán).
José Bono saluda a un miembro del Ala 35 de la base de Zaragoza durante la visita a Manás (Kirguizistán).EFE

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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